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El tamaño sí importa: la escritura reduce su extensión en la era de Internet

AutorAlfredo Álamo el 30 de junio de 2016 en Opinión
  • El tiempo que dedicamos a la lectura diaria cada vez es menor.
  • Se priman historias que puedan leerse de una sentada.

Tres figuras pequeñas de enanos de jardín en primer plano.

La sociedad moderna nos impone un ritmo de vida muy rápido en el que gran parte de nuestro tiempo aparece troceado en pequeños segmentos. Cada vez es más difícil obtener una cierta cantidad de tiempo seguida para el ocio y, además, la propia naturaleza de Internet fomenta una lectura diagonal y errática. Incluso los artículos que podemos leer en la red son cada vez más pequeños, primando un titular pretencioso frente a un contenido correcto. Esto ha afectado al mundo del audiovisual, del cine se pasa a las series y de las series a los vídeos de YouTube, y también, como era inevitable, a la literatura.

Hasta que una tendencia se consolida se inicia primero una deriva de lo establecido, es decir, si la gente tiene menos tiempo para leer o prefiere leer sólo en el metro o el autobús, es normal que escojan libros con un determinado número de páginas. Si se lee mucho en el móvil o la tableta en lugar de llevar un libro encima, también se escogen libros más cortos. La tendencia se asienta cuando se comienzan a escribir libros pensando precisamente en este hecho, cuando los escritores se dan cuenta de que hay un nicho de negocio para libros de apenas 150 páginas.

Los japoneses ya se habían dado cuenta de esto hace décadas, con mangas que duraban casi con exactitud la duración media de un viaje de metro. Se imprimía en papel barato y muchos acababan o en la papelera o en el asiento, esperando al siguiente pasajero. Hoy en día no tiene sentido este gasto en papel y los que han visto este nicho de mercado se han lanzado al medio digital.

El más conocido de los autores que ha entendido esta pequeña revolución es James Patterson, uno de los escritores más vendidos del mundo, quien ha desarrollado una línea de thrillers que no llegan a las 150 páginas, pero que prometen toda la intensidad de sus obras más conocidas. Así pues ha puesto a la venta un buen número de novelas bajo el sello BookShots que bien podríamos ver como una vuelta de los viejos bolsilibros de Bruguera, pero en digital y con un marketing de primer nivel.

Pero no nos quedamos ahí. Otro ejemplo de cómo está cambiando Internet lo encontramos en algunas web con artículos bastante densos que ya están probando ofrecer un clásico abstract, o resumen, en el que ofrecen la premisa y las conclusiones en menos de 50 palabras para aquellos que no tienen demasiado tiempo para leer.

En el ensayo me gustaría destacar la iniciativa de Cultivating Thought (Cultivando el pensamiento), una iniciativa del autor Jonathan Safran Foer, en la que ofrece vía web miniensayos pensados para ser leídos en dos minutos. Lleva más de 40 y ha contado con autores muy conocidos, así como con nuevos valores de las letras americanas.

Tampoco podemos dejar de lado el auge de los minicuentos, e incluso de la twitliteratura, la mínima expresión de la narrativa en Internet, seguida de interesantes experimentos que consisten en contar historias a través de memes. La viralidad al servicio de la narrativa, aunque yo diría que a este sistema todavía le queda bastante tiempo para cobrar cierta sustancia.

¿Y vosotros? Si habéis llegado hasta aquí supongo que todavía os gustan los artículos algo elaborados. ¿Cómo veis esta tendencia hacia la miniatura? Os esperamos, como siempre, en los comentarios.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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