- Hay gente que piensa que los escritores apenas salen de casa.
- En realidad es muy difícil escribir sin conocer el mundo que te rodea.
Siendo escritor, aunque sea un caso como el mío, ocasional e intermitente, siempre te encuentras con alguien que se sorprende de que no pases el día encerrado en casa, leyendo sin parar por las noches y aporreando el teclado durante el día. Según parece, para ser un buen escritor no puedes dejar tiempo a nada más: la literatura es una amante celosa y no puedes tener ni un solo atisbo de vida social, con lo que con el tiempo tendrías que pasar a ser un ermitaño rodeado de papeles.
Sin embargo, esto no es más que un topicazo. Si bien es cierto que hay autores, grandes autores, que han optado por una vida de reclusión en un momento dado de su vida, como por ejemplo, Salinger, la mayoría de grandes autores se caracterizan por haber llevado una vida interesante y socialmente muy activa.
Al parecer, según han comentado, el que se describa mal a las mujeres en muchos libros vendría dado por esta falta de sociabilidad, ya que, encerrados en casa, los escritores no se pueden hacer una buena idea de cómo es una mujer en realidad. Esta es, posiblemente, la manera más peregrina de justificar el machismo literario que he visto en mi vida.
Sí, un autor tiene que leer mucho, tiene que escribir mucho, tiene que pensar muchísimo lo que hace para lograr un buen resultado. Pero si un autor no ha vivido, ¿qué puede contar? ¿Refritos de historias antiguas que haya leído? Si no ha amado, si no ha perdido, si no ha sido feliz, si no ha luchado, ¿cómo escribir?
No, si quieres ser escritor y llegar a contar buenas historias lo mejor que puedes hacer es salir a la calle y pasear. Meterte en un bar y escuchar cómo habla la gente, tomarte una cerveza, un café, lo que quieras. Enamórate. Desenamórate. Viaja. Piérdete. Vuelve a casa. Inténtalo mil veces y fracasa.
Quizá hay personas que, acostumbrados a las fotos de la enciclopedia, sólo imaginen a los escritores como personas ya muy mayores, sentados junto a un montón de libros y con aspecto cansado, olvidando que alguna vez fueron jóvenes, terribles, insoportables, adorables, estúpidos e inteligentes. Vivieron sus propias aventuras y luego nos las contaron.