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Guillem López: ‘Inventamos distopías porque vivimos en una y no queremos admitirlo’

AutorAlfredo Álamo el 26 de abril de 2016 en Entrevistas
  • La polilla en la casa del humo nos presenta un futuro aterrador y oscuro.
  • Entrevistamos a su autor, Guillem López.

Retrato del escritor español Guillem López.

Tras publicar uno de los títulos más interesantes dentro de la ciencia ficción el año pasado, Guillem López vuelve con La polilla en la casa del humo, una historia sofocante y opresiva situada en un entorno posapocalíptico, un futuro oscuro y carente de toda esperanza que se muestra tan importante como el propio protagonista de la novela, 21, un joven a punto de tomar la decisión más importante de su vida en mitad de un pozo sin final en el que un simple trago de agua limpia se convierte en todo un lujo casi inalcanzable. Hoy en Lecturalia tenemos la suerte de entrevistar al autor.

La Polilla en la casa del humo es una historia sucia, opresiva y con un mensaje de fondo muy duro. Sin embargo, vienes de publicar Challenger, una obra mucho más optimista. ¿A qué se debe este cambio?

Supongo que tengo dos motivos principales para este aparente cambio de rumbo. En primer lugar: me lo pide el cuerpo. Hay algo de sublimación personal en esta novela, una vía de salida para la mala hostia. De todas formas no creo que sea una novela pesimista, ni mucho menos. Lo que pasa es que, gracias a cuatro gilipollas y sus bobadas, hemos conseguido que el optimismo sea confundido con lo naïf, y así nos va. De todas formas, mi novela no es mucho más diferente que todo eso que ocultamos bajo las alfombras del callejero. La principal diferencia entre ambas novelas reside en el escenario; uno es luminoso y abierto, el otro oscuro y opresivo. En segundo lugar, tenía motivos literarios para escribir algo muy diferente. Era como un reto al novelista que soy. En mi próximo trabajo regreso a la ficción especulativa oscura ambientada en València en un futuro cercano.

Pese a todo el entramado del escenario, a caballo entre el ciberpunk y la nueva carne, la novela sigue el ascenso y caída de un joven en una sociedad en la que le cuesta entrar, un personaje sin ética ni moral pero con el que has conseguido que lleguemos a empatizar.

Estoy orgulloso de ese logro. Que los lectores sufran por un canalla semejante y crean que pueden comprender sus motivos. Es la primera vez que escribo una novela en primera persona. Conseguir que Veintiuno y su paso a la madurez fuese el armazón sobre el que se sostuviese toda la historia era un reto importante para mí. He salido bien parado, parece ser.

El pozo en el que viven es como la piedra de Sísifo. ¿Crees que es ahí donde nos dirigimos como sociedad, a un pozo deshumanizado?

Bueno, no tengo ni idea de a donde nos dirigimos y creo que, en parte, no me interesa demasiado. Más que nada porque todas nuestras proyecciones futuristas no son más que representaciones alegóricas de nuestro presente. Ya vivimos en una sociedad deshumanizada y materialista. No necesitamos máquinas que nos esclavicen porque ya lo hemos hecho nosotros. Así que, en ese caso, inventamos distopías porque vivimos en una y no queremos admitirlo.

En el pozo se rigen por la necesidad de “la utilidad” y por las normas de un dios de la mecánica. Veintiuno se enfrenta a su madurez, al paso en que debe ingresar en esa sociedad de mierda o quedar para siempre como un paria y un marginado. ¿Para qué voy a ser útil? ¿Útil a quién? ¿Por qué motivo? Y claro, es una utilidad materialista porque para conseguirla se entregan partes del cuerpo, se sacrifica lo físico para conseguir una meta que no existe. Es el mito de Sísifo, pero con implantes y pistones.

¿En qué estás trabajando ahora? Espero que en algo menos oscuro.

Como dije antes, en mi próxima publicación regreso a la ficción especulativa ambientada en la ciudad de València. Una historia visceral sobre el duelo, la locura y el funcionamiento cuántico del cerebro. Os gustará.

¿Qué le dirías a nuestros lectores para que se animaran a leer La polilla en la casa del humo?

Que una vez comiencen no podrán dejarlo y, cuando acaben, sentirán que no está mal estar enfadado con el mundo, que tenemos muchos motivos para estarlo y no hay que avergonzarse por ello.

Si bien la edad del protagonista y su lenguaje nos transporta a referentes contemporáneos, como podría ser El guardián entre el centeno, el deambular de 21 por el pozo en busca de su propia identidad adopta tintes picarescos. Él no es sólo un superviviente, es alguien con ambición, que quiere cambiar el agujero donde vive por un lugar muchísimo mejor.

Y es que en el pozo sólo puedes dedicarte a excavar, convirtiéndote progresivamente en un ser mecanizado carente de humanidad, dedicarte a ser un delincuente o abandonarte a la locura. 21 está en ese momento de elección en el que todo y nada es posible: ve una oportunidad de salir de lo más bajo y la aprovecha, caiga quien caiga por el camino. De hecho, sus tejemanejes recuerdan en este punto a la mítica Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy, aunque con menos humor y más brutalidad.

Y es que el libro contiene sexo y violencia explícita. El pozo es un lugar infecto y los que viven allí dentro lo saben perfectamente. Nadie da nada por nada y el único atisbo de algo parecido al amor es sistemáticamente machacado.

El estilo del autor se ciñe a ese ambiente opresivo con una narración en primera persona a base de sentencias cortas e hirientes, un flujo de pensamiento continuo en la que 21 nos cuenta todo lo que le pasa por la cabeza.

En resumen, un muy buen libro de ciencia ficción, con un gran escenario y personajes bien definidos. Quizá le habría hecho falta un final más elaborado, pero el que tiene posee la virtud de ser tan abrupto como el resto de la narración. Muy recomendable.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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