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Juan Vico: ‘El lector es inteligente, no hace falta que le contemos al detalle cómo era una vivienda del siglo XIX’

AutorAlfredo Álamo el 18 de abril de 2016 en Entrevistas
  • Los bosques imantados denuncia los prodigios de la pseudociencia a través de una intriga histórica.
  • Entrevistamos a su autor, Juan Vico.

Imagen de Juan Vico, cortesía del autor.

La Europa de finales del siglo XIX y principios del XX nadaba en un mar de conflictos sociales al mismo tiempo que la revolución industrial producía un salto tecnológico como no se había conocido en siglos. La ciencia se estaba convirtiendo en la auténtica panacea, la respuesta crítica a la superstición y la religiosidad más conservadora. Así pues surgieron, además de importantes científicos, una nueva generación de charlatanes y aprovechados capaces de unir el nuevo lenguaje científico con las viejas supersticiones. Pero junto con ellos también llegaron los que no podían soportar a tanto timador y se dedicaban a desenmascarar a los fraudes. Bajo ese prisma nos encontramos Los bosques imantados, la última novela del escritor español Juan Vico, a quién hemos tenido la fortuna de poder entrevistar para Lecturalia.

Los bosques imantados está ambientada a finales del siglo XIX, una época de maravillas tecnológicas y conflicto social. ¿Qué te atrajo de este periodo histórico para situar allí la novela?

Me ha atraído siempre, me interesa desde un punto de vista histórico, cultural e incluso estético. Esta vez me ha facilitado hablar de cuestiones que están de plena actualidad sin necesidad de hacer una novela de corte realista, entre ellas la capacidad de manipulación de los medios de comunicación y la atracción por los supuestos prodigios de la pseudociencia. Al mismo tiempo he aprovechado para homenajear un modelo narrativo que forma parte importante de mi «educación sentimental» como lector: el de la novela de misterio clásica, que nace en esa época; un homenaje que no evita, eso sí, ciertos desvíos irónicos.

El conflicto entre realidad y ficción es, al mismo tiempo, una de mis obsesiones temáticas, y motor narrativo de la mayoría de mis libros.

Uno de los personajes reales que aparecen en la novela es Robert-Houdin, el más grande de los ilusionistas de su época. ¿Es cierto que tenía que avisar a las autoridades de sus trucos para no ser acusado de brujería?

De hecho el libro surge de mi interés por el personaje de Robert-Houdin, considerado el primer mago moderno. Leí en algún sitio que su famosa autobiografía, Confidencias de un prestidigitador, había sido escrita en realidad por un periodista amigo suyo. Fue así como nació el personaje (ficticio) de Victor Blum, el protagonista de la novela. Y sí, al parecer el arte de Robert-Houdin logró inquietar a mucha gente, lo que sin duda guarda relación con sus teorías sobre lo real. Hay una frase suya muy significativa: «La verdad puede algunas veces no ser verosímil; lo verosímil puede también no ser verdad». En ella se concentra la esencia de Los bosques imantados. El conflicto entre realidad y ficción es, al mismo tiempo, una de mis obsesiones temáticas, y motor narrativo de la mayoría de mis libros.

A lo largo de toda la novela se nota una profunda documentación, tanto sobre la época como sobre algunas teorías que mezclaban ciencia y creencia, como el mesmerismo. ¿Los bosques con poderes magnéticos responden también a alguna idea de aquel momento?

No, al menos que yo sepa. El mesmerismo, o magnetismo animal, teoría aparecida a finales del XVIII y cuestionada por la ciencia oficial desde el primer momento, consiguió sin embargo mantener una notable influencia en el imaginario popular durante todo el siglo siguiente. Me parecía interesante que uno de los personajes de la novela retomará sus postulados, los modernizará y convenciera al gran público de su vigencia. A continuación relacioné ese credo con otro mucho más antiguo: el que habla del poder de ciertos puntos terrestres, del magnetismo natural de algunas zonas del planeta.

El gran místico, Locusto, es un personaje que domina la novela casi sin aparecer, manteniendo el misterio como si fuera el Conde de Saint Germain, pero con un trasfondo más oscuro. Como si fuera una plaga de langostas. ¿Te has basado en alguien real?

No exactamente. Más que el correlato de un personaje real, Locusto sería la encarnación de un arquetipo: el del gurú espiritual de dudosas intenciones. Su estirpe, en efecto, es la de personajes como el Conde de Saint Germain, Cagliostro o incluso Éliphas Lévi.

Saber documentarse significa en gran medida estar dispuesto a sacrificar información en beneficio del conjunto.

Doscientas veinte páginas. ¿Sólo doscientas veinte páginas?

Bueno, entiendo que te has quedado con ganas de más. Si es así, objetivo cumplido. Me gusta la narrativa con músculo, que no se detiene en excursos innecesarios. El lector es inteligente, no hace falta que le contemos al detalle cómo era una vivienda del siglo XIX, se lo puede imaginar perfectamente, ni que perdamos tiempo explicando los elementos de que constaba un servicio de té o haciendo un listado de las marcas de rapé más vendidas del momento. Saber documentarse significa en gran medida estar dispuesto a sacrificar información en beneficio del conjunto. En esta novela he intentado que primaran el ritmo y la tensión narrativa. No he querido añadir tramas secundarias ni dar rodeos argumentales. Mi intención era que la historia, que transcurre básicamente a lo largo de una semana, avanzará con firmeza, tirando sin cesar de la curiosidad del lector.

Creo que una de las bazas importantes del libro es, además, la combinación entre novela de género y novela de ideas.

Y por último, ¿qué les dirías a nuestros lectores para que se decidieran a leer Los bosques imantados?

Por encima de todo, me parece absurdo que la narrativa «de argumento» tenga que conformarse con el vehículo de una prosa funcional y sin relieve. Una trama atractiva, potente, y una escritura cuidada pueden convivir sin problemas, y en Los bosques imantados he intentado más que nunca poner en práctica esa convicción. Creo que una de las bazas importantes del libro es, además, la combinación entre novela de género y novela de ideas. Uno puede leerlo sin problemas como una historia de intriga, dejarse llevar por el curso de los acontecimientos que se exponen, pero al mismo tiempo participar también de determinadas reflexiones sobre un buen puñado de temas. Contiene por último bastantes guiños literarios que refuerzan esa idea de los difusos límites entre lo imaginario y lo histórico.

Tras leer (o devorar) Los bosques imantados os diría que es una novela muy ajustada, medida palabra a palabra, en la que Vico se acerca a la novela de género clásica desde una perspectiva moderna, con un personaje protagonista con el que es fácil identificarse, como es Victor Blum, y haciendo avanzar la trama en dosis pequeñas gracias a dos elementos, por un lado un asesinato y por otro la llegada de Locusto, uno de esos nuevos timadores de los que hablábamos, que se mantiene toda la novela como un gran gancho para el lector. Su juego entre realidad y ficción es, pues, doble: uno a través de la propia narración y el otro entre sus personajes.

En apenas doscientas páginas el autor es capaz de trasladarnos sin cargarnos de detalles innecesarios a un pequeño pueblo francés en 1870 y transmitir una gran sensación de inmersión histórica, tanto por el lenguaje como por las numerosas referencias a personajes de la época que harán las delicias de los enamorados de esos turbulentos años, entre los que me incluyo.

Imagen cortesía del autor.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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