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De las lupercales a San Valentín

AutorAlfredo Álamo el 13 de febrero de 2015 en Divulgación
  • Algunos romanos pasaban el 14 de febrero azotándose en las lupercales.
  • Cartas, flores y llaves fueron los regalos escogidos a partir de la Edad Media.

Grupo de corazones metálicos plateados con uno rojo en el medio

Si bien hay distintos relatos para la leyenda de San Valentín, todos coinciden en que acabaron cortándole la cabeza allá por el siglo III después de Cristo. Una de las historias nos cuenta que Valentín era un sacerdote cristiano que casaba a escondidas a jóvenes soldados, una práctica mal vista en la época ya que se preferían sin ataduras familiares. Como parte de esta historia se dice que el sacerdote se enamoró de la hija de su carcelero a la que, antes del martirio, entregó una carta de amor firmada como «de tu Valentín». Qué bonito. Lo de la carta, claro, no lo de la decapitación. Lo cierto es que es más probable que la Iglesia Cristiana quisiera pasar a su terreno las divertidas fiestas paganas de las lupercales, que se celebraban entre el 14 y el 15 de febrero. De hecho, las lupercales estarían hoy en día más cerca de 50 sombras de Grey que de la historia de San Valentín.

En las lupercales, una serie de hombres jóvenes se transformaban, es un decir, claro, en lobos romanos y realizaban unos rituales de sangre bajo la higuera fundacional, la Ruminalis; medio desnudos, con apenas unas tiras de piel, salían a correr cerca del Palatino azotando a todo aquel que se encontraban. Esto era un rito de purificación y que promovía la fertilidad. Ah, los romanos. Ellos sí que sabían montar una fiesta. Por desgracia, en tiempos del Papa Gelasio, allá por el 494, se decidió que la historia de San Valentín era más interesante y se prohibió esta divertida festividad.

Sin embargo es más que probable que el responsable de popularizar la decapitación de San Valentín como día de los enamorados sea el poeta medieval inglés Geoffrey Chaucer, uno de los padres de la literatura inglesa y que es conocido por obras tan importantes como Los cuentos de Canterbury.

Pues bien, la primera referencia escrita que se conoce que relaciona el día de San Valentín con el amor romántico -no olvidemos que eso era un invento reciente allá por el siglo XIV- se encuentra en su Parlamento de las aves y dice tal que así:

For this was on seynt Volantynys day

Whan euery bryd comyth there to chese his make.

Ni idea, ¿verdad? Tiremos de un inglés más actual y veamos qué quería decir el bueno de Chaucer:

Y así fue en el día de San Valentín

Cuando cada pájaro vino para escoger su pareja.

Este poema fue escrito en honor al matrimonio entre Ricardo II y Ana de Luxemburgo en 1382, los cuales, oh, apenas tenían 15 añitos cuando fueron casados. Vamos, que eran unos pajaritos. Aunque muchos no ven clara la fecha, las típicas disputas entre calendario Juliano y Gregoriano, lo cierto es que otros poetas de la época asocian el 14 de febrero a una época en la que los pájaros se emparejan. Unos 20 años después hallamos el primer texto que habla de San Valentín como una festividad sobre el amor ya establecida en la corte del rey Carlos IV de Francia, con poemas, canciones, bailes y justas.

Y es que no hay nada mejor para celebrar el amor que algo de vino, unos poemillas y una buena decapitación.

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Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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