- Situado en una isla, su fama como prisión era legendaria en toda Francia.
- Sirvió como inspiración a Alejandro Dumas a la hora de encarcelar a Edmundo Dantés.
Apenas a una milla de distancia de la ciudad de Marsella todavía se puede ver la fortificación del Castillo de If, cuatro grandes bloques amurallados construidos a principios del siglo XVI por orden del rey Francisco I. No es un lugar muy grande, la isla apenas llega a las tres hectáreas, pero en su día llegó a retener cientos de prisioneros. Durante casi 400 años el Castillo de If sirvió como prisión, ganándose cierta fama como lugar siniestro e inexpugnable.
La vida en If no era fácil. Los prisioneros se hacinaban en las plantas inferiores de las torres, sin apenas comida, agua o luz natural. Sin embargo, por algo de dinero se podía «alquilar» alguna de las plantas superiores, donde tenían chimeneas y ventanas. Un lujo que fue aprovechado por algunos de los prisioneros de clase alta que eran enviados allí.
Otra de las funciones del Castillo de If como prisión, sobre todo en sus últimos años de funcionamiento, fue la de cárcel para prisioneros políticos y religiosos, como rebeldes republicanos de las revueltas de 1848, hugonotes o incluso ya en el siglo XX, políticos de las regiones de Alsacia y Lorena. Algunos presos famosos fueron el escritor y revolucionario Conde de Mireabeu o el socialista Auguste Blanqui.
Esta fama de prisión dura e infernal hizo que Alejandro Dumas se fijara en el Castillo de If para encerrar a uno de sus personajes más conocidos: Edmundo Dantés, el inmortal protagonista de El conde de Montecristo. Allí es donde es encerrado tras la traición de Danglars y Villefort y pasa varios años sumido en la más absoluta desesperación. Sólo la intervención de otro prisionero, el abate Faria -basado en el religioso Jose Custodio da Faria, un tipo de lo más interesante- logrará hacerle revivir en busca de su venganza.
Hay que decir que la isla que visita más tarde Edmundo Dantés, la de Montecristo, también existe. Forma parte del Archipiélago Toscano, junto a la Isla de Elba, pero su aspecto y descripción sí que fueron completamente inventados por Dumas.
En el caso del Castillo de If, hoy en día es una de las atracciones turísticas de la ciudad de Marsella tras varias décadas funcionando como faro. Cientos de viajeros aprovechan la visita indispensable al puerto viejo para dar una vuelta por los gruesos muros que, en la ficción, acompañaron a uno de los prisioneros más conocidos de la literatura universal.
Foto: Padrecardu bajo licencia CC BY-SA 3.0
El conde de Montecristo