- A lo largo de la historia se han utilizado los más absurdos métodos para escribir.
- La leyenda cuenta que W.B. Yeats se trasplantó unos testículos de mono.
A todo escritor le pasa, no hay por qué avergonzarse. Parece que todo está bien, que no hay ningún problema, pero justo a la hora de ponerse a trabajar, delante del ordenador o de un folio en blanco, nada. No sale nada. El cerebro no parece encontrar las palabras, las ideas se vuelven confusas y por mucho que uno se esfuerce no hay nada que hacer: es el temido bloqueo del escritor.
A lo largo de la historia le ha pasado a casi todo el mundo. Grandes autores de todos los tiempos han pasado por este momento de zozobra, y muchos de ellos han ideado diferentes métodos que les han ayudado a seguir adelante con su obra.
El caso de D. H. Lawrence es uno de los más curiosos, ya que cuando no encontraba el camino a seguir gustaba de trepar moreras completamente desnudo. No sabemos si el olor, la fragancia, los frutos rojos o la cercanía de la naturaleza le ayudaba a despejar el cerebro, pero lo cierto es que le funcionaba.
Para evitar la procastinación, también fuente de numerosos bloqueos, existe la opción que utilizó el conocido autor francés Victor Hugo: ordenar a sus criados que le retiraran toda la ropa de calle hasta que no terminara Nuestra Señora de París. De ese modo se quedó encerrado sin posibilidad de acercarse a ningún café parisino a perder la tarde.
Pero sin duda, la historia más extravagante sobre cómo incrementar la creatividad -y de paso la virilidad y la juventud- es la que se cuenta sobre W. B. Yeats, el conocido poeta irlandés ganador del Premio Nobel. Según la leyenda -casi con toda probabilidad falsa-, Yeats se implantó unos testículos de mono. Aunque esto parezca una locura, a mediados de los años 20, un médico llamado Brinkley se dedicó a trasplantar testículos de cabra a humanos como parte de un tratamiento rejuvenecedor. En el caso de Yeats, lo más probable es que se sometiera a una vasectomía, que en los años 30 se creía potenciadora de la libido.
Si queréis un consejo más actual y menos dado a ir desnudo, en pijama o que incluya algún tipo de trasplante testicular, también podéis hacerle caso a Neil Gaiman. Según el autor inglés, lo mejor es dejar reposar lo que tengáis escrito un par de días y no pensar mucho en ello. Luego, leerlo en voz alta como si fuera la primera vez que lo veis para, finalmente, ir corrigiendo pequeños detalles. Lo más probable es que al llegar al final ya tengáis puestas las pilas para seguir escribiendo.