No sé hasta qué punto las nuevas generaciones reconocen a simple vista un Cuaderno Rubio. Durante varios años de mi infancia recuerdo pasar horas practicando ejercicios de matemáticas y, sobre todo, de caligrafía. Incluso creo que parte de mi amor por las tipografías -una de mis manías- nació allí, pegado al cuaderno, tratando de lograr una letra o perfecta, una n, una m o una a con la circunferencia y el rabito adecuados.
Los Cuadernos Rubio nacieron en los años 50, como una propuesta dedicada a complementar y mejorar la educación de los más jóvenes de una manera divertida y didáctica. La idea del castellonense Ramón Rubio y su método han acompañado desde entonces a miles de estudiantes en sus primeros años. Portadas de color amarillo para los números y de color verde para las letras que todavía hoy se siguen utilizando.
Pero claro, hoy en día es más difícil llevar a los niños hasta un cuaderno normal, de los que hemos disfrutado toda la vida. Su vida está llena de pantallas y de videojuegos, el tipo de estímulos a los que están acostumbrados exigen una nueva manera de llegar hasta ellos. Por eso leo con agrado que los Cuadernos Rubio han llegado a las tabletas. Está claro que no presentan la misma estructura que antaño, pero aprovechan las posibilidades de los nuevos dispositivos. Están muy bien para el refuerzo de matemáticas básicas y la manera de relacionar los problemas con situaciones de la vida cotidiana. Además, hay un apartado para los más pequeños para mejorar sus habilidades psicomotrices. Me gusta la idea de gamificar el estudio, es decir, que los niños obtienen medallas y recompensas a medida que avanzan y resuelven los problemas.
En definitiva, un ejemplo de cómo adaptarse a los nuevos tiempos sin perder la esencia de un proyecto que lleva más de cincuenta años demostrando su buen hacer.
¿Y vosotros? ¿Cuántos habéis utilizado Cuadernos Rubio? ¿Pensáis usar la aplicación con vuestros hijos? ¿Y los clásicos cuadernos?
Os esperamos, como siempre, en los comentarios.