En 1963, el gobierno del general Franco trató de iniciar una campaña de publicidad utilizando el libro Guinnes de los Récords como plataforma. Su idea: construir el libro más grande del mundo.
Son las siete de la mañana. Estamos a las afueras de Arenales, un pequeño pueblo cerca de Tomelloso, en mitad de La Mancha. El aire frío barre los campos de trigo con las primeras luces de la mañana. Al poco rato aparece Fidel, lugareño y dueño del único bar y gasolinera de la zona, donde hemos dejado el coche. Nos metemos en su Patrol y salimos por una carretera secundaria hasta tomar el desvío que nos lleva hasta una pista forestal. Atravesamos un arroyo y nos encontramos con un grupo de álamos que se levantan desafiantes contra el fuerte aire.
–Todo esto lo plantaron entonces -nos cuenta Fidel, que ya ronda los sesenta años-, cuando vinieron a construir el libro. La cosa iba para grande.
Bajamos del todoterreno y atravesamos los primeros árboles. Lo primero que llama la atención son los escombros y ruinas de color blanco que ocupan sus buenos doscientos metros cuadrados. Pese al tiempo y lo descuidado de la zona, los matojos y malas hierbas se han adueñado del lugar, todavía se puede apreciar la disposición de las viejas construcciones, dispuestas alrededor de una plaza que apenas se puede, hoy en día, imaginar.
–Allí en el centro iba el libro. Todo esto iba a ser un museo del Quijote. Nos prometieron que vendría mucho turista… pero al final, nada de nada.
Sólo al acercarnos nos damos cuenta de la magnitud del proyecto. En ese círculo rodeado de piedras se conserva la base de lo que iba a ser el libro más grande del mundo, con más de veinte metros de altura y cinco de ancho. Un auténtico monolito dedicado al más español de los héroes literarios, Alonso Quijano.
En 1963 el gobierno de Franco buscaba promoción internacional y lavar su imagen de régimen autoritario y poco dado a fomentar la cultura. La aparición de El libro Guinness de los Récords se vio como una oportunidad de difundir la imagen de España en el extranjero, atraer turistas y montar una inauguración con prensa europea y americana. La idea de utilizar un libro gigante fue, según se cuenta, de Manuel Fraga. Que al final fuera el Quijote fue una decisión personal de Franco.
Hasta esta zona de Castilla se desplazó un verdadero contingente de obreros que comenzaron con las primeras construcciones y los cimientos del libro, cuya construcción fue encargada a la Imprenta Nacional. La Guardia Civil rodeó el pueblo los primeros meses, no querían filtraciones ni problemas de seguridad.
–Fue una verdadera locura -nos cuenta Fidel mientras terminamos de hacer fotos al lugar-. Pasamos seis meses casi incomunicados. Eso sí, trabajo no faltó. Vinieron de Madrid con un montón de planos y material. El libro se comenzó a construir aquí mismo. Tenían que haberlo visto, una maravilla.
Fidel es un experto en la historia local. En su bar guarda fotos y recortes de periódico de los últimos cuarenta años sobre Arenal. Aunque durante la construcción del Quijote gigante no se permitían las fotos, todavía conserva algunas tomadas a escondidas. Las ha enmarcado y es lo primero que puedes ver al entrar en su bar, donde, al terminar nuestras fotos, vamos a tomar un café y calentarnos un poco.
–La verdad es que fue una lástima -nos confiesa-, todos estábamos muy ilusionados. Pero de repente, sin previo aviso, lo destruyeron todo y se fueron. Nos quedamos de piedra.
No es de extrañar. La decisión de destruir el Quijote más grande del mundo se tomó pocas semanas antes de la inauguración. Cuando el aparato de prensa del gobierno franquista se preparaba para inundar redacciones de todo el mundo, llegó la noticia que nadie esperaba: Mao, el dirigente Chino, acababa de presentar en Pekín una réplica a escala de treinta metros de su famoso Libro Rojo. Franco montó en cólera. El proyecto ya estaba terminado y el dinero agotado por completo. Fraga intentó salvar el libro argumentando que seguía siendo el Quijote más grande y que saldrían en el libro, pero la idea no cuajó: aparecerían en segundo lugar, por debajo de los comunistas. Impensable.
Fidel descuelga las fotos para que las veamos. En sus tiempos también había una maqueta con todo el complejo terminado, el libro, el museo y hasta una escuela nueva para el pueblo. Todo fue reducido a escombros en un par de días. El libro se desmontó y nadie sabe el destino final de sus piezas. Se rumorea que o bien las quemaron o que las tapas acabaron en el Pazo de la familia Franco en Galicia. Nadie lo sabe con seguridad.
Abandonamos a Fidel mientras entran los primeros parroquianos y algún conductor extraviado. Fuera el sol ya brilla y en la lejanía imaginamos la presencia poderosa del Quijote de Cervantes. En la distancia, los molinos de viento nos parecen gigantes.
Actualizado 28/12/2013: Como ya habréis imaginado, este artículo es una pequeña broma que hemos preparado para celebrar el Día de los Inocentes. ¡Muchas gracias a todos los que han compartido la noticia!
Miguel de Cervantes Saavedra
Don Quijote de la Mancha