Durante las últimas semanas las redes sociales han estado dándole vueltas a artículos que reflexionan sobre las posibilidades de ganarse la vida como escritor (os las resumo: muy escasas). En concreto ha dado mucho que hablar este artículo de El Confidencial, donde se analizan las tendencias de los últimos años y se concluye, cómo no, que la cosa está muy malita. Lo curioso es que artículos como estos son, por lo general, difíciles de encontrar, o por lo menos son difíciles de encontrar con cifras y datos fidedignos porque, por alguna extraña razón, en el mundo editorial nadie quiere hablar de dinero.
Cuando desviamos la vista hacia los grandes mercados como Estados Unidos, nos llegan cuentos de hadas de escritores multimillonarios que se han hecho ricos gracias a la autoedición, al digital y a Amazon. Claro está que nuestro mercado es mucho más pequeño y muy distinto al norteamericano (y al anglosajón en general), pero es un atisbo de esperanza para un mundo literario que se nos presenta de lo más pesimista. Pensamos que tal vez, en un futuro, los hispanohablantes tengan todos sus Kindle, sus tabletas y sus derivados, y que estarán más que dispuestos a gastarse el eurito, eurito y medio que piden los superventas de la literatura digital. Y es que, como nos demuestra el mercado angloparlante, estar en la lista de los más vendidos de Amazon es sinónimo de tener cuatro coches, un yate y un asiento reservado para ver Fórmula Uno en Mónaco. O no.
Que se lo pregunten a Patrick Wensink, autor de Broken Piano for President, una novela que alcanzó inesperada notoriedad cuando recibió la carta amenazadora más educada del mundo de la marca de whiskey Jack Daniel’s, cuya muy reconocible etiqueta era parodiada en el diseño de cubierta de la obra de Wensink. La compañía de whiskey le envió una misiva solicitándole que modificara dicha cubierta para posteriores ediciones, para que no tuvieran que tomar acciones legales contra él. La notable cordialidad de la empresa tuvo un efecto muy positivo, no solo para esta, sino también para el libro en cuestión, ya que la carta fue compartida hasta la saciedad en todos los blogs de moda. Sin comerlo ni beberlo, de repente Wensink se vio en el número seis en la codiciadísima lista de los diez libros más vendidos de Amazon.
En un artículo reciente para la web cultural Salon, Wensink se atrevió a explicar exactamente cuánto dinero había hecho en regalías tras llegar a la lista de superventas: 12000 dólares, unos 9000 euros. ¿Y este es el sexto libro más vendido en Amazon, en un mercado tan enorme como el anglosajón? Hay que tener en cuenta que fueron muchas ventas de golpe en poco tiempo, debido a una gracieta de moda, por lo que no puede competir con obras de carrera larga, como Los juegos del hambre, de Suzanne Collins o Perdida de Gillian Flynn, para quienes además los mayores ingresos suelen llegar de adaptaciones a otros medios. No obstante, esta cifra que, sin ser digna de desprecio, es muy inferior de lo que se esperaría de un bestseller (y que el autor piensa invertir en una guardería un par de horas a la semana para tener más tiempo para escribir) podría ayudarnos a responder a la pregunta que encabeza este artículo.
¿Por qué los escritores nunca hablan de dinero? ¿Por qué nunca dicen cuánto les pagan? La solución es sencilla, dice Wensink: es porque nos avergüenza lo poco que ganamos.