¿Todavía andan de bajón por las humillaciones que han sufrido el Real Madrid y el Barça en las semis de la Champions? ¡No pasa nada! Esta entrada del blog les servirá para levantar esos ánimos.
Uno de los axiomas que te inculcan a sangre y fuego cuando estudias un máster de edición es que los libros sobre fútbol no venden. Bueno, claro, hablo de los másteres de edición que se impartían durante la década pasada, porque a estas alturas de feria está más que claro que los libros sobre fútbol sí que venden. Y un montón, añado. Dejo para otra entrada un bosquejo de esas obras literarias (de ficción, no de biografías ni de ensayos) relacionadas con el deporte rey desde un punto de vista realista, desde Mario Benedetti hasta Nick Hornby, y me centraré en las que lo abordan en clave de ciencia ficción.
Lo cual, dicho sea de paso, es un fenómeno relativamente reciente. Salvo laguna literaria mayúscula, la ciencia ficción y el fútbol no se habían llevado excesivamente bien hasta la década pasada. Ya saben: o bien el fútbol era demasiado populachero para los lectores de un género demasiado intelectual, o bien la ciencia ficción era demasiado marciana para gente tan racial como aquella a la que le gusta el fútbol los domingos por la tarde y es la mejor de sus aficiones. El caso es que hasta fechas recientes, gracias a una serie de elementos que hoy no tengo tiempo para intentar desentrañar (pero que podríamos resumir como sigue: el escritor medio de ciencia ficción pasó a ser un señor normal con los pies en tierra y sin chorradas elitistas en la cabeza), hacia el cambio de milenio comenzaron a verse algunos ejemplos de obras en las que el fútbol pasó a ser uno de los ejes de las tramas de obras de ciencia ficción. Quien dice fútbol, dice deporte en general, como podrá atestiguar el lector de Cinco días antes, de Carlos Fernández Castrosín, una intriga ballardiana con elemento político y el trasfondo de una omnipresente final de rollerball (sí, ese deporte sangriento al que jugaba James Caan en la película de Norman Jewison). O, ya puestos, el lector de Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins: vale, los Juegos son política y espectáculo, pero ¿acaso no son también un deporte extremo llevado hasta sus últimas consecuencias de sangre y arena? (Si consideran deporte el boxeo, no se pierdan Futureland, de Walter Mosley.)
No, en esta entrada hablaré de fútbol a secas. Del fútbol es fútbol de los domingos, en el que son once contra once, no hay rival pequeño, hasta el pitido final no hay nada decidido y, ¡ay!, al final gana Alemania.
Aunque hay precedentes como el relato El medio punta, una historia sobre un cíborg que conseguía hacer historia en la Real Sociedad, firmada con el seudónimo de Borja Mátame Camión por el señor que se había disfrazado de Hombre Invisible en la hispacón de 1994 y aparecida en 1995 en el mítico fanzine electrónico Ad Astra, el fenómeno comenzó en 2003 con la publicación de una novela corta impecable, Ñ, de David Soriano, una ucronía cuya acción transcurría en una Espanya alternativa que, debido a que la Peste Negra diezmó el reino de Castilla, se articula en torno a Cataluña y tiene la capital en Lleida. Se produce una conspiración para asesinar al dirigente castellanista, que acaba de regresar del exilio, todo ello en el marco del partido de la máxima rivalidad. Las coñas con la España que pudo haber sido y no fue, así como los giros verbales y argumentales a la catalana, hacen de esta novela corta una de las verdaderas obras cumbre del género en España. Está recopilada en (y es el germen de) la antología Franco. Una historia alternativa, seleccionada por Julián Díez, donde también aparece otra ucronía sobre fútbol, El derbi, de Pedro Pablo García May, en la que una final de Copa entre el Atlético de Madrid y un Real Madrid cuya estrella es Pelé sirve de pretexto para urdir un atentado contra un Adolf Hitler aquejado de álzheimer y la plana mayor del Partido Nazi. Este relato está dedicado a todos los que creen que el Malditos bastardos de Quentin Tarantino es lo más.
En la misma onda delirante podemos leer la recién aparecida Orsai, de Jordi de Manuel, en la que se traza, en forma de narraciones fragmentadas, un repaso a la idiosincrasia culé, vista a través de los ojos de un forofo multimillonario. En ella vemos a profesores de matemáticas que ponen como ejercicios de clase una razón equivalente consistente en comparar el salario de Cristiano Ronaldo con los de los padres de los alumnos, o una final del Mundial de fútbol celebrada en el estadio Lluís Companys de Montjuïc en la que se enfrentan Alemania y una selección polaca que no termina de entender por qué los aficionados catalanes van a muerte con ellos, o el papel decisivo que un clon de Pelé puede desarrollar en una final del Mundial que, en un futuro lejano, enfrentará a Catalunya con Brasil. Es una lectura desquiciada y agradecida que hay que leer con lupa, so pena de perderse alguna carga de profundidad.
Con todo, y para lectura desquiciante, Madrid, de Daniel Mares, en la que el fin del mundo se cierne sobre una humanidad que está histérica ante el inminente fin de las cosas tal como las conocemos. ¿Toda? ¡No! En la Villa y Corte están pendientes de la final de la Champions, que enfrenta (¡por fin!) al Real Madrid y el Fútbol Club Barcelona, y cosas como el fin del mundo, un asesino en serie que está haciendo de las suyas o una inminente guerra parecen de lo más secundarias.
Como ven, el frikismo español ha conseguido interesarse por el fútbol después de varias décadas de no acercarse a él, pero lo hace a su manera, con un espíritu libre y lleno de mala leche, toneladas de intencionalidad política y, sobre todo, mucha originalidad.
Eso sí, y aquí les lanzo el guante a los escritores españoles de ciencia ficción que seguro que me están leyendo: si el fútbol nos mola y tal, pero el deporte del que uno acaba hablando con otros frikis en las convenciones de ciencia ficción es el baloncesto, ¿se puede saber por qué no he leído ninguna novela de género ambientada en el mundillo del deporte de la canasta?
Madrid