Tal vez los lectores de este blog se las ven y se las desean para conseguir que sus hijos estudien historia de España, o están mohínos porque en vísperas de examen prefieren quedarse enganchados a Isabel, Hispania, Águila Roja o Bandolera, y luego no hay manera de que relacionen lo que han visto en sus series televisivas favoritas con los contenidos de la asignatura. No pasa nada. Aprovechamos esta entrada para recomendarles algunos títulos de novela juvenil con temática relacionada con la historia de España, sin vocación alguna de exhaustividad, que pueden resultarles la mar de entretenidos y, de paso, ayudarlos a aprobar la asignatura o, al menos, lucirse en exámenes puntuales. Se lo dice alguien que obtuvo un sobresaliente en un examen de historia antigua, al que había ido bastante pez, porque, ante una pregunta un tanto estrambótica como «Organización y funciones de los templos como mecanismo de redistribución económica en Sumer y Acad», tuvo los reflejos suficientes como para contar de pe a pa el argumento de Gilgamesh, el rey, de Robert Silverberg. Nunca se sabe cuándo puede venir bien haber leído estos libros.
Una novela juvenil histórica que siempre me ha encantado es La colina de Edeta, de Concha López Narváez. Nos cuenta la amistad de tres muchachos (el hijo de un comerciante griego y dos íberos, un chico y una sacerdotisa) con el trasfondo histórico de la ocupación cartaginesa por parte de Aníbal Barca y la llegada de Publio Cornelio Escipión. En resumen, el preámbulo de la romanización de Hispania. Aparte de desarrollar temas habituales en la literatura juvenil, como la amistad, la solidaridad y los beneficios mutuos del choque cultural, López Narváez consigue describir de manera muy acertada una ciudad íbera como Edeta (la actual Llíria, en Valencia), así como identificar a los actores principales del conflicto que se avecinaba.
Si saltamos a la Edad Media, tenemos bastante donde elegir, desde La espada y la rosa, de Antonio Martínez Menchén, hasta La catedral, de César Mallorquí. Esta última es más espectacular, en el sentido de que nos relata el periplo de Telmo Yáñez, un aprendiz de ingeniero, en una suerte de peregrinación inversa desde Estela hasta una catedral en construcción en Bretaña. Al oficio incuestionable de Mallorquí hay que añadirle la sólida documentación sobre la francmasonería, el Camino de Santiago, los templarios y la construcción de catedrales. Y luego, claro está, tenemos el componente fantástico, que estas cosas atraen lo suyo.
Por no hacer interminable la relación (y por dar pie a futuras entradas con más material), concluiremos con las Crónicas Mestizas de José María Merino, compuesta por El oro de los sueños, La tierra del tiempo perdido y Las lágrimas del sol. En estas novelas vemos el viaje de Miguel Villacé Yólotl, hijo de un soldado de Hernán Cortés y de una india mexicana, a través de una Nueva España que prácticamente seguía sin conquistar ni cartografiar. Merino demuestra haber leído y asimilado las crónicas de Indias, y presenta de manera ejemplar una temática muy propia de la novela juvenil como es el mestizaje de culturas.