La ciudad y la ciudad es uno de esos libros de difícil clasificación. Desde luego, que su autor, China Mieville, sea uno de los escritores más premiados del género fantástico en los últimos años lastra, o dirige, según cómo se mire, su posición en la mesa de novedades. Lo cierto es que los aficionados al género la han adoptado como suya y han obrado en consecuencia, premiando La ciudad y la ciudad con galardones como el Locus, el Hugo, el World Fantasy, el BSFA o el Arthur C. Clark. Fuera del mundillo es probable que tú, lector, no hayas escuchado hablar de esta novela. Incomprensible.
La ciudad y la ciudad es el libro menos fantástico y más alejado del recargado estilo habitual de su autor. Es más, podría decirse que ni siquiera es un libro de género fantástico, ya que su manera de ser narrado y desarrollado pertenece por completo a la novela policial y al género negro. Sí, es cierto que la acción transcurre en una ciudad ficticia (bueno, dos) y que hay ciertos elementos no del todo explicados, pero, al igual que El sindicato de policía Yiddish, son novelas cuya permanente dualidad las hace imposibles de situar, como a ciertos personajes de la novela.
Pero vayamos al argumento, desde luego nada convencional. En La ciudad y la ciudad nos encontramos con un extraño fenómeno: dos ciudades, Brezsel y Ul Qoma conviven en el mismo espacio geográfico. Unos edificios y habitantes pertenecen a una y otros a la otra. Entre ellos no hay interacción, los ciudadanos aprenden desde niños a desver todos los elementos de la otra ciudad, a esquivar sus coches, a desoír sus voces. La historia de convivencia de las ciudades no ha sido fácil, hay ecos de guerra, de bloqueo… movimientos políticos que piden la unidad o la exterminación de los otros. Y en medio de todo eso, un asesinato cuya resolución supondrá la colaboración de las fuerzas policiales de ambos países.
La novela está protagonizada por el veterano inspector Tyador Borlú, que cuenta en primera persona, al más puro estilo negro, la extraña experiencia de investigar el asesinato, unas pesquisas que le llevarán a los rincones más misteriosos de las dos ciudades y le harán descubrir secretos que pondrán en peligro algo más que su placa.
Sin duda, la idea de Mieville es original, pero cuesta de imaginar. ¿Es su propuesta de las ciudades empotradas una alegoría de, por ejemplo, la Jerusalén compartida entre judíos y musulmanes? ¿O habla de todas nuestras ciudades modernas, donde hemos aprendido a desver, como explica en el libro, aquellas partes que no consideramos nuestras, a esos vagabundos que piden en las esquinas, a esos ancianos haciendo cola en la beneficencia?
La ciudad y la ciudad es un libro con una gran influencia de autores como Kafka, en el que se aprecia el tortuoso laberinto de una burocracia masiva e intocable, un conjunto de normas absurdas e inalterables que dan como resultado un precario e inestable equilibrio. Borlú, el protagonista, parece en ocasiones ese K. atrapado en un procedimiento interminable o en un castillo de dimensiones cambiantes.
En resumen, La ciudad y la ciudad es más que recomendable a todo público dispuesto a dejarse atrapar por la arriesgada propuesta de Mieville, y que esté dispuesto a dejar atrás prejuicios sobre géneros literarios para disfrutar, sencillamente, de una gran historia.
China Miéville
La ciudad y la ciudad