Hilary Mantel no es una escritora cualquiera. Es la primera británica que ha ganado el Premio Booker dos veces, y la primera mujer en hacer este codiciado doblete.
En una época de seres sobrenaturales resplandecientes y conservadores; de erótica mal escrita; de reediciones ad infinitum de autores consagrados cuyas novelas nuevas apenas muestran un mínimo de esfuerzo, de consideración por el lector ni por la prosa; en una época así, donde el Pulitzer de ficción ni siquiera parece merecer un ganador, llega el Man Booker y demuestra que a veces sí se puede premiar a una obra de calidad, que a veces se premia a un escritor que se dedica precisamente a lo que debe dedicarse: a escribir. A un autor que, lejos de las luces del estrellato, compagina trabajo, documentación, esfuerzo y pasión para crear obras que puedan perdurar. Obras que puedan entrar en el colectivo literario, en el entramado cultural (usando cultural en el sentido más elevado de la palabra), en la textualidad (nunca mejor dicho) de hoy y de mañana. Y tengo la firme convicción de que Hilary Mantel es un ejemplo perfecto de este tipo de autor.
Lejos de la novela histórica a la que estamos acostumbrados en el circuito comercial, donde hay mucho más de novela (y no necesariamente buena) que de base histórica, la trilogía de esta británica gira alrededor de la figura de Thomas Cromwell, uno de los personajes más vilipendiados por la tradición británica, al que Mantel resucita como uno de los pocos actantes de su obra (si es que uno puede hablar de acción en sus novelas, donde el tiempo y los personajes fluyen, se entrecruzan y mueren) al que no apetece encerrar para siempre en la Torre de Londres. Su texto goza de una atención al detalle asombrosa, de un fondo contextual que responde a cientos de horas invertidas en la investigación sobre la vida de este curioso consejero de Enrique VIII, de la recopilación de documento tras documento que pudiera arrojar luz sobre la personalidad de este ser misterioso. El coro de personajes de Mantel parece ser un homenaje a todo lo que es complejo y malévolo en el ser humano, apoyado por el desastre del fanatismo religioso y político. Del mismo modo que ocurre en el Yo, Claudio de Graves, la autora juega con una corte fervorosa, compuesta de maniobras y juegos de poder que harían palidecer a la propia Livia, donde un hombre noble (o tal vez simplemente humano) intenta mantenerse a flote y proteger a los que quiere, por cualquier medio, ético o no. Pero lo ético tiene poco peso en las historias de Mantel, donde los lazos familiares, el deseo y la ambición son los verdaderos protagonistas.
La obra ganadora en concreto ha sido Bring Up the Bodies, la secuela de Wolf Hall, que ya ganó el Man Booker en el 2009 (en España se tradujo como En la corte del lobo). Mantel ya está trabajando en la tercera y última entrega, que tiene el título provisional de The Mirror and the Light. Se desconoce cuándo saldrá publicada esta última parte, y a Mantel le gusta tomarse el tiempo necesario para escribir sus obras. La escritora ha declarado que no se esperaba en absoluto ganar de nuevo el Booker. Tiene ya sesenta años, y toda una vida de escritura a sus espaldas, con obras que recibieron críticas muy positivas pero que nunca despegaron a nivel comercial. El éxito de su trilogía sobre Cromwell, compuesta de obras elaboradas y densas, con una prosa algo extraña y trabajada hasta la obsesión, es totalmente inesperado. En cuanto al premio, en la ceremonia de entrega se mostró eufórica, aturdida. No sé, dijo la Mantel, esperas veinte años a que te den un Booker y de repente llegan dos de golpe.
Hilary Mantel
En la corte del lobo