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El auténtico Dorian Gray

AutorGabriella Campbell el 3 de octubre de 2012 en Divulgación

John Gray

Si tuvieras que retratar a un personaje de la manera más detallada, precisa y completa que pudieras, ¿no tendría sentido que lo basaras en una persona de tu entorno, alguien a quien conocieras bien y que aportara credibilidad al retrato que ofreces? No es descabellado pensar que algunos de los personajes literarios más complejos y llamativos que conocemos se pudieron inspirar en su momento en algún amigo, familiar o amante del autor. Por supuesto abundan las teorías, las hipótesis y los rumores, pero en algún que otro caso es difícil discutir la evidencia, bien porque el personaje es demasiado parecido a su fuente, o bien porque el propio escritor ha desvelado su origen.

Una de las correspondencias que los críticos y aficionados siempre han considerado más claras es la de Dorian Gray, protagonista de la novela El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde, con el amigo (y probablemente amante) de Wilde, el joven apolíneo John Gray. John era, como el Dorian de la novela, extraordinariamente bello, y decían de él que con 25 años podía pasar sin problemas por un efebo de apenas 15. Entre el grupo de amigos de Wilde y de Gray bromeaban con el homenaje que le había realizado Oscar al inspirarse en el joven poeta londinense para crear al personaje que no envejecía, que permanecía lozano mientras que el retrato escondido en su ático se marchitaba a ojos vista, en representación de la decadencia carnal y espiritual de Dorian. Sin embargo, conforme la noticia del origen de este personaje se hacía más y más notoria, y la novela de Wilde acumulaba críticas negativas y acusatorias, John comenzó a negar que existiera tal relación entre su persona y el libro de su amigo, y Wilde terminó declarando que había conocido a John mucho después de escribir el libro, una afirmación poco plausible que surgió, con toda seguridad, por petición del avergonzado John, que además se alejaba más y más de su antiguo amigo y maestro a medida que este se distanciaba de él y de su círculo habitual de amistades debido a su relación con lord Alfred Douglas, por quien al final daría con sus huesos en la cárcel.

Gray sufrió, al igual que el propio Wilde, una transformación espiritual tras sus peores penurias. Wilde la tuvo en prisión, donde escribió De profundis, y Gray, tras entregarse durante un tiempo a las frivolidades y tentaciones de la capital británica, y tal vez influido por el terrible proceso al que había sido sometido su viejo amigo, renunció a la carne y se ordenó sacerdote. Su conversión influyó asimismo en la carrera de su compañero más íntimo, Marc-André Raffalovich, un poeta francés de origen judío conocido sobre todo por sus escritos sobre el tema de la homosexualidad y su relación con el catolicismo. Raffalovich se hizo dominicano y siguió viviendo muy cerca de Gray, con quien nunca dejó de mantener una amistad íntima pero (supuestamente) casta. Falleció de manera repentina en 1934, y Gray, desolado, apenas le sobrevivió cuatro meses.

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