Emily Dickinson, nacida en Amherst, Massachusetts, el día 10 de diciembre de 1830, siempre ha sido uno de esos grandes misterios literarios que ha confundido incluso a los biógrafos más avezados. Dickinson, a pesar de tener una juventud bastante sociable y relativamente feliz, fue encerrándose poco a poco en su hogar, cada vez más afectada por las frecuentes muertes que la rodeaban. Torturada por los fallecimientos de sus seres más queridos, Emily se concentró en cuidar de su madre, del hogar familiar y de su propia poesía. No fue hasta su muerte cuando su hermana Lavinia encontró los más de 800 poemas que guardaba en su habitación.
Tal como le había pedido su hermana, Lavinia quemó toda su correspondencia, y los poemas quedaron en manos de la esposa y de la amante de su hermano, quienes durante años se disputaron la edición y publicación de su obra. Si bien conservamos, gracias sobre todo a estas dos mujeres rivales, la mayor parte de la obra poética de Emily, casi todos sus documentos personales se han perdido en el tiempo, y por tanto tiene importancia singular la aparición de un daguerrotipo cuya imagen podría representar a la poetisa.
Hasta la fecha solo se habían encontrado dos imágenes de Dickinson cuya autenticidad estuviera avalada por los expertos. Se trataba de una pintura, donde aparecían ella y sus hermanos, y la otra, una fotografía, donde aparecía una Emily adolescente. En los últimos cincuenta años han surgido dos nuevas contendientes, supuestas fotografías de la poetisa, pero ambas han sido, por lo general, desacreditadas y se duda seriamente de que representen a Emily. Y ahora aparece una nueva imagen, un daguerrotipo que, si bien todavía no las tiene todas consigo, está despertando verdadero interés entre los expertos. La Dra. Susan Pepin, directora de neuro-oftalmología del Dartmouth Medical School en Estados Unidos, está convencida de la identidad de una de las dos mujeres que aparecen en la imagen, a las que identifica como Emily y como Kate Scott Turner, una de sus amigas. Pepin ha llevado a cabo una comparativa anatómica muy precisa y detallada entre esta imagen y las demás conservadas; se estima que esta es de finales de los 1850, donde la escritora parece tener entre 27 y 33 años, aproximadamente. El vestido que lleva estaría, entonces, más que pasado de moda, pero parece ser que esto era algo más que usual en el caso de la autora de Amherst.
Mucho se ha especulado acerca de las razones que llevaron a Emily a resguardarse en su domicilio cada vez más a partir de 1860. Lejos de perder el contacto con el mundo exterior (sabemos que se carteaba de manera frecuente con amigos y parientes, y que aceptaba visitas en su hogar), dejó simplemente de salir de la residencia familiar (se ha teorizado que padecía de agorafobia, entre otras muchas afecciones como la depresión, la epilepsia o un caso grave de desamor). Fue en estos años cuando escribió la mayor parte de su producción poética, fue en su habitación donde tuvo su gran explosión creativa. Nos queda tan poco de ella misma, de su vida, que una imagen podría valer, tal vez, más que mil palabras. El tiempo nos dirá si se trata de la Dickinson o de cualquier otra mujer joven de la época que tuvo la fortuna de compartir con ella la misma nariz y una misma mirada brillante.
Emily Dickinson