Creo que no es la primera vez que lo menciono, pero me asusta la posibilidad de que Amazon logre una posición de absoluto dominio en el mercado de los libros electrónicos. En realidad me asusta que cualquier empresa logre una posición cercana al monopolio en un mercado, es algo que se debería evitar a toda costa, pero que en el caso de Amazon y su sistema cerrado utilizado en el Kindle se hace todavía más evidente.
Ya hemos hablado de cómo Amazon decidió por su cuenta eliminar algunos libros de los dispositivos de sus usuarios, aunque luego dijera que no lo volvería a hacer (y lo hizo), algo que es un síntoma de los problemas que se pueden generar al depender de un gigante multinacional para un sector como el del libro. No lo voy a negar, la compra de ebooks en Kindle es una gozada, el propio dispositivo lo es, pero no me gusta la sensación de que en cualquier momento voy a dejar de poder encontrar un libro porque, simplemente, han decidido retirarlo de su tienda.
A lo largo de su historia Amazon se ha enfrentado a no pocas quejas por el contenido de los libros de su tienda. Al ser el escaparate más grande es inevitable que concentre la mayor parte de las demandas por parte de grupos de usuarios que se ven ofendidos por tal o cual título (ya sabemos que hay gente muy picajosa en el mundo). Esto no sería un problema si no camináramos hacia un monopolio de facto: hasta ahora podía haber protestas más o menos importantes, pero con puntos de venta diluidos se tenía que recurrir a una vía judicial para retirar un libro (y con muchos, muchos problemas). Sin embargo, si Amazon considera que un libro no es apropiado, o si piensa que le va a provocar problemas de imagen, puede quitarlo y no venderlo. Nadie le obliga a ello, por supuesto, y el autor o la editorial se pueden ir a otro portal de venta. ¿El problema? Que vamos a un escenario en el que si no estás en Amazon no vas a existir.
Podéis llamarme exagerado, lo sé, el mercado aquí en España no es como el de Estados Unidos, y todavía hay muchas opciones donde escoger, por no hablar de la lenta implantación del libro electrónico, pero, ¿hacia dónde vamos? Espero que no dejemos en manos de una sola empresa la decisión de qué contenidos culturales son apropiados o no. Eso nos llevaría a un futuro sesgado e ideológicamente fosilizado.