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Escribir como desafío

AutorAlfredo Álamo el 15 de junio de 2012 en Opinión

Rebelde

A nadie se le escapa que en la mayoría de los casos escribir en España es llorar, ya lo decía Larra y tampoco es que haya cambiado demasiado la cosa como para afirmar otra cosa. Sin embargo, está claro que una cosa sí es diferente: los libros superventas escritos es España (o en castellano) cuentan con un importante apoyo económico y mediático que llegan a convertirlos en fenómenos de masas. Ahí tenemos a Zafón, Reverte o el recién llegado al elenco, Santiago Posteguillo. Venden, venden mucho, así que las editoriales no se despeinan demasiado al buscar nuevos autores que sigan su estela, todos en busca del nuevo autor revelación, aquel que de con la clave que mueva a miles de compradores.

Pocos son los afortunados que alcanzan a moverse por estos entresijos, son autores curtidos en su mayor parte, que saben bien las tendencias editoriales y cuyos agentes saben cómo orientar. Las fechas históricas son un buen reflejo de esto. Podéis mirar los libros que se han sacado sobre 1812 o por otros aniversarios en los últimos años. Tened en cuenta que los libros se escriben con cierto tiempo de antelación y descartad las casualidades. Hoy en día, para vender en el mercado español, hay que tenerlo muy claro: o tienes ya un nombre que te permite alguna salida de tiesto (sin pasarse) o escribes lo que toca. Como he leído estos días, hay que escribir lo que el público quiere.

Esto es una realidad y es perfectamente lógica. Es digno y respetable dedicarse a escribir este tipo de literatura popular, a fin de cuentas escribir es una necesidad y si quieres dedicarte por completo a ella supongo que es un sacrificio menor. Si además te gusta escribir de esa manera, miel sobre hojuelas.

Sin embargo, en el fondo de mi corazón de escritor -y también de lector- me resisto ante esta posibilidad, esta certeza que empieza a hacer presa en casi todo el mundo que conozco dedicado a las letras. ¿En qué momento supimos qué era lo que querían los lectores? En realidad se nos pide que escribamos lo que creen los editores que los lectores demandan. Sin salirse demasiado por los márgenes, que las pruebas se hacen con gaseosa. Y, aunque esos estudios de mercado que hacen funcionaran, ¿hay que seguir ese camino? ¿no hay más opciones? ¿en qué momento los lectores se volvieron clientes

Por desgracia, si quieres acceder a ese respaldo mediático y económico lo tienes complicado. Si no lo necesitas, no lo quieres o no lo buscas, eres afortunado. Podrás contar las historias que llevas dentro y las contarás como quieras, desafiando a tus lectores del mismo modo en que te desafías; como lector, ¿acaso sabes siempre lo que quieres? ¿no son los libros que te sorprenden los más queridos? Me resisto, puede que aún me quede algo de espíritu rebelde, a dejarme llevar por completo sólo para entrar en los engranajes gigantes de la industria. Todo escritor debería mover a sus lectores a empujones para hacerles llorar, reír, disfrutar, pero sobre todo, pensar. Escribir para y por lo que el público demanda está muy bien, pero a veces es mejor contar nuestras historias sin pensar en nada más, aunque eso lleve a más de una novela al cajón de los manuscritos olvidados.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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