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La labor del corrector: Entrevista a Juan Manuel Santiago (II)

AutorGabriella Campbell el 6 de agosto de 2012 en Entrevistas

Los juegos del hambre

Seguimos con la entrevista que comenzamos con el corrector y ensayista Juan Manuel Santiago.

-¿Alguna vez te has encontrado con un texto tan aberrante, tan mal escrito, que has rechazado la posibilidad de corregirlo?

¡Paso palabra! Dada la situación del sector, hay que comulgar con ruedas de molino, y eso incluye aceptar textos imposibles, aunque siempre te queda el derecho a la ironía: por ejemplo, la más visible de mis canas lleva el nombre de una de mis editoriales favoritas, y ahí lo dejo. Me echo a temblar cuando los textos vienen con recomendaciones expresas del cliente como «No toques demasiado, que el autor es muy suyo» o «Limítate a unificar»: suelen ser los peores.

No hace mucho, corregí un ensayo de un autor extranjero… traducido por él mismo. Para colmo, solo entregó la mitad del manuscrito. Por suerte, una profesional acabó la traducción y, por desgracia para mí, lo hizo tan rematadamente bien que luego no hizo falta pasarle corrección de estilo.

Guardo pésimos recuerdos de un texto de un pope de la biología. La traductora no tenía ni idea de inglés ni de español ni, ay, de biología. En un momento dado se refería a un bicho de la orden de los anfibios, en femenino, como si las ranas fueran monjes templarios, o qué sé yo.

También recuerdo una ristra de textos insalvables que encadenó una empresa de servicios editoriales. El más llamativo fue un libro de un psiquiatra que, como vivía en los Estados Unidos, pensaba en inglés, con lo que no había quien entendiera nada. Es el único cliente que me alegro de haber perdido.

Luego hubo otro de un político muy conocido que acepté porque, aunque ya me habían dicho que no necesitaba corrección de estilo sino un milagro, me pudo más la curiosidad. ¡En mala hora! Los originales que escriben los políticos son de lo peor que hay: comunican especialmente mal por escrito, como si no tuvieran claro lo que quieren transmitir, y eso no es nada tranquilizador. ¿Cómo vas a hacer que el país salga adelante si no eres capaz de explicar las soluciones que propones? (Por cierto: mi nivel de redacción es entre correcto y bueno, me considero empático y creativo y, en resumen, no pongo reparos a la posibilidad de trabajar como negro literario.)

-¿De qué libros guardas excelentes recuerdos, a cuáles les tienes especial cariño?

Me encantó corregir Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins, Los nuevos charlatanes, de Damian Thompson, Las chorradas de mi padre, de Justin Halpern, Traficantes de información, de Pascual Serrano, El pasaje, de Justin Cronin y algunos de Taschen (Los archivos de Pedro Almodóvar, la biografía de Muhammad Alí o MoonFire, de Norman Mailer), pero mis favoritos son Hecho a mano, de Dan Lepard (por el trabajo en equipo con el traductor, Ibán Yarza), El lunes empieza el sábado, de Arkadi y Borís Strugatski (de nuevo, por el trabajo en equipo con la traductora, Raquel Marqués), Noticias desde un universo desconocido, de Frank Schätzing (porque fue el primer encargo relevante que recibí, y gracias a él me salieron las cuentas y me pude hacer autónomo) y todo lo que editó Pily B. con el sello NGC Ficción!

-¿Cuál crees que debe ser la labor del corrector en el mundo del libro digital, donde la autoedición está cada vez más presente? ¿Crees que los libros electrónicos que los autores venden a precios mínimos en Amazon, por ejemplo, pueden justificar el coste de una corrección?

Una buena corrección es tan necesaria como una buena maquetación. Algunos autores y autoeditores creen que se están liberando de esas pijadas que les imponen las editoriales, pero en realidad se están disparando en un pie: si careces del paraguas que supone el hecho de que otro (el editor) se está gastando su dinero en editar tu producto, se incrementará tu porcentaje de beneficios si las cosas te van bien, cierto, pero también el de pérdidas si las cosas te van mal. En este sentido, la corrección, por leve que sea, debería considerarse una inversión necesaria para ofrecer un producto competitivo que te ayude a sobrevivir como autor y autoeditor.

-Desde Lecturalia te damos las gracias por tu tiempo.

Muchas gracias a vosotros, por acordaros de esta profesión tan necesaria como poco valorada.

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