Aquellos para los que el nombre de Maurice Sendak no significa nada no tendrían problema en reconocerlo de manera inmediata si vieran cualquier ilustración de su icónico libro Donde viven los monstruos. Sendak ha conseguido formar parte de la textualidad actual, de nuestro entorno y conciencia colectiva, algo muy raro para un autor e ilustrador de cuento infantil.
Sendak comenzó a crear de la misma manera que tantos escritores y dibujantes: una dolencia infantil lo mantuvo en cama durante un largo periodo en el que se entretenía desarrollando su capacidad artística, si bien fue la película Fantasía, de Disney, la que le dio el impulso necesario para decidirse a ser ilustrador y/o animador. Su infancia estuvo marcada por su mala salud, la tragedia de perder a miembros de su familia en el holocausto nazi (él era judío de origen polaco, aunque nació en Estados Unidos) y el peculiar sentido del humor de su padre, al que le gustaba aderezar las historias de la Biblia con ciertas escenas más adultas de lo necesario, algo que a Maurice le ganó más de una reprimenda en el colegio cuando las contaba a sus compañeros de clase. Tal vez esto lo inspiró a la hora de desarrollar su propio estilo, tal vez lo empujó a otorgarle ese toque oscuro que tienen sus dibujos, y más tarde, cuando comenzó a contar sus propias historias, a sus cuentos. Donde viven los monstruos nunca gustó del todo a padres y profesores, debido a los afilados dientes que poblaban las imágenes de Sendak, y a una trama muy alejada de la moralina habitual de los cuentos infantiles de la época (al protagonista, un niño, lo aceptan los monstruos como su rey debido a que es el más terrible y el que más asusta de todos ellos); sin embargo gozó de una aceptación muy positiva por parte de sus lectores. Lo mismo ocurrió con La cocina de noche, ya que el niño protagonista aparece desnudo a lo largo del libro, o con Outside Over There, que cuenta la historia de una niña que odia quedar a cargo de su hermana menor, hasta que esta es raptada por goblins (Sendak escribió la obra muy impresionado por el rapto mediático del hijo del conocido aviador Charles Lindbergh; a su vez, su obra inspiró a Jim Henson para gestar la película Dentro del laberinto, en la que David Bowie interpretaba al rey de los goblins). La complicada relación con sus demonios infantiles y con sus propios padres se extendió hasta su madurez: En 2007 falleció el psicoanalista Eugene Glynn, su pareja desde hacía 50 años; Sendak admitió que jamás había revelado su relación con Glynn a sus padres, por miedo a decepcionarlos.
Hace unos días, el 8 de mayo de 2012, Sendak falleció debido a complicaciones en relación a un infarto cerebral. Este amante de Herman Melville, Mozart y Emily Dickinson, que tanta felicidad ha traído a varias generaciones de niños (y algunos que no son tan niños), deja un hueco enorme en el mundo de la literatura. Para recordarlo, os recomiendo que veáis estas maravillosas páginas rescatadas del New Yorker donde se ilustra una conversación sobre el arte de crear historias y la experiencia de ser niño entre Sendak y Art Spiegelman, el único escritor que ha ganado un Pulitzer a mejor obra de ficción con un cómic, con la aclamada novela gráfica Maus.
Maurice Sendak