Además de ser la pregunta que toda madre le hace a su hijo escritor, junto con ¿cuándo te vas a ir de casa, hijo mío, que ya tienes cuarenta años?, para qué escribes parece ser el centro de la cuestión al que inevitablemente nos vemos dirigidos en cuanto hablamos de derechos de autor, cultura libre y otros temas que en los últimos días hemos tratado en Lecturalia.
No es una cuestión sencilla. ¿Es escribir un oficio? ¿Es un arte? ¿Es una afición? ¿Puede ser las tres cosas a la vez? ¿O es una enfermedad? Como siempre, hay que entender que la escritura es una actividad subjetiva y personal, que no hay dos autores que la entiendan exactamente igual y que las circunstancias de cada uno configuran aspiraciones, motivos y actitudes.
Al parecer mucha gente piensa que escribir es un arte de aficionados. Total, si no le dedicas todo tu tiempo el resultado no puede pasar de amateur. Que si tienes que trabajar en la fábrica no puedes ser literato, vaya. Pues no sé, que se lo pregunten a David Monteagudo con su Fin, a ver si tienen razón.
Otro pensamiento común nos dice que el autor escribe por buscar reconocimiento, la satisfacción del ego. Yo escribo para que me quieras, podría ser el lema de esta posición. Sin duda hay una gran parte de esto en el fondo de cada escritor. Como en todo el mundo, supongo, cuando crea algo. Las alabanzas y las palmaditas en la espalda son un buen masaje de ego, y no dudo que a más de uno le servirán para seguir adelante. Ahora bien, cuidado, esto puede crear adicción y en cualquier momento puedes acabar tratando de escribir a tiempo completo y descubrir que los privados de Facebook llenos de elogios no rellenan la nevera.
También he visto una actitud curiosa. Para muchos lectores parece existir una división clara entre grandes autores superventas y autores que no conoce nadie. Los superventas no se ven afectados por el tema de los ebooks compartidos y los desconocidos deberían estar agradecidos de la difusión que reciben. Nadie habla de esa inmensa mayoría de escritores que están en medio y que a día de hoy no sabemos cómo les afecta esta situación. ¿Es bueno? ¿Malo? Desde luego, lo que no se puede hacer es obviarlos.
Así pues, ¿para qué escribes? ¿para conseguir reconocimiento? ¿para enseñar lo que llevas dentro? ¿para entretener a los demás? ¿para purgar tus demonios? ¿para llenar las horas muertas? ¿para cambiar el mundo? ¿o es por pura satisfacción hedonista? Danos tus razones para pasar horas delante del papel en blanco, para imaginar mundos y universos, para crear el alma de hombres y mujeres imposibles.
Sólo añadiré una cosa más: si escribes para hacerte rico… lo más probable es que te hayas equivocado de oficio.