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El renacimiento del blog y la nueva crítica juvenil

AutorGabriella Campbell el 12 de febrero de 2012 en Noticias

Blog de crítica juvenil

Hace un año o dos, seguramente coincidiendo con el crecimiento más intenso de páginas como Facebook o aplicaciones como Twitter, escuché la frase “las redes sociales han matado al blog”. Revisando las estadísticas de blogs propios y ajenos, era inevitable que la frase tenía gran parte de razón: desde nuestra mudanza a las redes sociales, amigos, conocidos y lectores nos buscaban para un contacto más directo y espontáneo que el que ofrecía un listado de artículos con mucho texto, pocas imágenes y cierta tendencia a la verbofagia. Las andanzas y reflexiones cotidianas, de mayor o menor interés, pasaban de la parrafada a una cómodas entregas al minuto de menos de 140 caracteres. A excepción de los grandes blogs, que ya tenían una masa crítica de público fiel, o se centraban en temática especializada que las redes sociales no podían suplir, la lectura del post se reducía de manera alarmante, demostrando una vez más que vivimos en una cultura de inmediatez, de información concentrada expulsada a velocidades de vértigo desde todas las direcciones.

Esta tendencia de abandono parecía afectar también a blogs especializados de crítica literaria. En la época de auge del blog, hace cinco o seis años, las bitácoras de reseñas se seguían con asiduidad, ya que eran una fuente excelente de recomendaciones y valoración. La crítica profesional perdía, poco a poco, atractivo; el lector quería saber qué libros gustaban a otros que compartían sus gustos y preferencias. De nuevo, con la llegada de la revolución de las redes sociales, estos blogs especializados perdían lectores, que emigraban hacia los grupos y la comunicación masiva que ofrecían productos como Lecturalia o Goodreads. En contraposición, surge una nueva generación de blogs y de blogueros: las bitácoras de literatura juvenil.

El poder que empiezan a ostentar estas bitácoras es más que evidente, si bien editoriales y promotores parecen obviarlo, empeñándose en repartir paquetes de prensa a medios que poco interesan y poco afectan al público objetivo de este género. El mercado de la lectura juvenil está en constante crecimiento gracias al éxito de sagas como Crepúsculo, Los juegos del hambre o Harry Potter, debido a un grupo de población gigantesco que de repente descubre que leer puede ser muy divertido. Y el adolescente medio no recurre a las revistas especializadas para averiguar qué libros podrían interesarle, más que nada porque dichas revistas no atienden a sus necesidades. Hay pocas, si las hay, publicaciones que reflejen las necesidades críticas del género juvenil, por lo que son los propios lectores quienes han asumido el papel necesario. Sus reseñas con frecuencia son, como cabe esperar, limitadas, repletas de faltas de ortografía e hinchadas de emoticonos, bailando en páginas web de dudoso diseño, a falta de correctores, formación especializada, diseñadores y asesores de mercadotecnia (si bien existen algunas sorprendentemente profesionales). Sin embargo, recuperan aquello que los profesionales parecen haber olvidado: cómo analizar de manera eficiente un libro, reconocer incoherencias y fallos estructurales, examinar personajes y, sobre todo, cómo entusiasmarse ante el puro placer de leer y descubrir mundos nuevos.

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