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Discurso de Haruki Murakami en Jerusalén (II)

AutorAlfredo Álamo el 10 de marzo de 2009 en Divulgación

Aquí os dejo la traducción de la segunda parte del discurso de Murakami al recibir el Premio Jerusalén. De nuevo os pido disculpas por los pequeños errores que podáis encontrar.

Murakami

Pero esto no es todo. Conlleva un significado más profundo. Piensen de esta manera: Cada uno de nosotros es, más o menos, un huevo. Cada uno de nosotros es una alma única e irreemplazable encerrada en una frágil cáscara. Esto es cierto para mi y para cada uno de ustedes. Y cada uno de nostros, en mayor o menor grado, se enfrenta a un sólido y enorme muro. El muro tiene un nombre: es “El Sistema”. El Sistema se supone que debe protegernos, pero a veces toma vida por sí mismo y comienza a matarnos y hacer que matemos a otros, fría, eficiente y sistemáticamente.

Sólo tengo una razón para escribir novelas, y es llevar la dignidad del alma individual a la superficie y hacer brillar una luz sobre ella. El propósito de una historia es activar una alarma, mantener una luz encendida sobre el Sistema para prevenir que atrape nuestras almas en su red haciendo que carezcan de significado. Creo de verdad que es el trabajo del novelista tratar de destacar la esencia única de cada alma individual escribiendo historias, historias de vida y muerte, historias de amor, historias que hacen a la gente llorar, temblar de miedo y agitar con risas. Ahí es donde vamos, día tras días.

Mi padre murió el año pasado a los noventa años. Era un profesor retirado y sacerdote budista a tiempo parcial. Cuando se graduó en la escuela, en Kyoto, fue enrolado en el ejército y mandado a luchar en China. Como niño nacido tras la guerra, yo solía verle cada mañana antes del desayuno ofreciendo una larga y sentida oración al altar budista en nuestra casa. Una vez le pregunté porqué hacía eso. Él me dijo que rezaba por la gente que murió en el campo de batalla. El rezaba por todo el mundo que murió, aliados y enemigos también. Sentado tras él mientras se arrodillaba frente al altar, me pareció sentir la sombra de la muerte danzando a su alrededor.

Mi padre murió, y con él se llevó sus recuerdos, recuerdos que nunca conoceré. Pero la presencia de la muerte que le acechaba permanece en mis propia memoria. Es una de las pocas cosas que recibí de él, y … es una de las más importantes.

Sólo tengo una cosa que decirles hoy. Todos somos seres humanos, individuos que trascienden nacionalidad, raza y religión, y todos somos huevos, frágiles huevos enfrentados a un sólido muro llamado “El Sistema”. A todas luces, no tenemos posibilidad de ganar. El muro es muy alto, fuerte y frío. Si tenemos alguna esperanza de victoria, tiene que venir de nuestra creencia en la individualidad e irreemplazabilidad de nuestra alma y la de otros, y en nuestra creencia en el calor que ganamos al unirnos a otras almas.

Reflexionen un momento acerca de esto. Cada uno de nosotros posee un alma viviente y tangible. El Sistema carece de eso. No debemos permitir al Sistema que nos explote. No debemos permitirle al sistema que tome vida por sí mismo. El Sistema no nos define, nosotros definimos al Sistema.

Esto es todo lo que tengo que decirles.

Estoy agradecido por ser galardonado con el Premio Jerusalén. Estoy agradecido de que mis libros sean leídos en muchas partes del mundo, y quiero expresar mi gratitud para los lectores de Israel. Ustedes son la razón más importante por la que estoy aquí. Y espero que podamos compartir algo, algo muy significativo. Y estoy también contento de tener la oportunidad de hablarles hoy aquí.

Muchas gracias.

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(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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