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Tatuajes literarios

AutorGabriella Campbell el 8 de febrero de 2012 en Divulgación

Tatuaje literario - Bukowski

Los tatuajes, antaño símbolo de rebeldía, de delincuencia, de pertenencia a un grupo u oficio, se han convertido en un accesorio más de la moda actual. Al igual que el piercing, han evolucionado y popularizado hasta el punto de formar parte de nuestro entorno diario. Y es que no hace falta tatuarse un dragón gigante en la espalda, la mayoría se conforman con un pequeño detalle ubicado en una parte discreta del cuerpo. Una imagen, un icono, unas letras. ¿Y si tuvieras que elegir qué llevar dibujado en tu cuerpo para el resto de tu existencia, qué mejor que una serie de palabras que han marcado tu vida? Pueden pertenecer a una cita filosófica que represente una forma de pensar, un carpe diem o un lo que no me mata me hace más fuerte, pero cada vez aparecen más referencias a libros y textos favoritos. Por un lado está el uso de imágenes asociadas a la literatura: retratos de escritores (a nivel mundial, Shakespeare parece ser el más popular), imágenes de personajes y escenas (sí, existen versiones de póster de Crepúsculo tatuados en espaldas enteras, y un tal John Mosly, de Norwich, Inglaterra, tiene una gigantesca imagen donde uno puede divertirse buscando a Wally). Hay muchas páginas webs que dedican atención a este tipo de tatuajes, seguramente la más conocida sea Contrariwise.

Algunos escritores son más citados que otros. Bukowski es uno de los grandes favoritos, ya que tiene muchísimo material controvertido con el que jugar. Bastante más inocente es otro de los preferidos para dibujos permanentes: El principito de Saint Exupéry, a través sobre todo de las imágenes realizadas para la obra por el propio autor, quien había estudiado arquitectura de joven pero que nunca había recibido formación artística. Sus delicadas acuarelas han avivado la imaginación de sus seguidores desde que salió la primera edición de la obra en 1943.

Fuera de nuestras fronteras, sobre todo en el mundo anglosajón, parece ser que la obra de referencia más popular es Matadero cinco de Kurt Vonnegut (en concreto, la expresión “so it goes”, “así fue”, utilizada en la novela ante todas las situaciones de muerte y/o pérdida), seguido de cerca por Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carroll. Otros tatuajes globales provienen de la obra El club de la lucha, de Chuck Palahniuk, o el célebre monólogo inicial (y final) de la película Trainspotting que se basa en la novela homónima de Irvine Welsh. Pero también hay aprecio por lo hispano: el Quijote es otro tema relativamente común, sobre todo en la versión casi abstracta que imaginó Pablo Picasso del Caballero de la Triste Figura, imagen que realizó en 1955 para la publicación francesa Les Lettres Françaises y que se ha convertido casi en un logotipo para el personaje.

Gran parte de estos tatuajes son creaciones originales y hermosas que seguramente seguirán en la piel para siempre, ya que cuando uno se enamora de un libro, no suele desenamorarse con facilidad. El éxito suele estar en la sutileza y en el ingenio, como la divertida idea de tatuarse el número de Azkaban de Sirius Black, por ejemplo, un gesto que sólo apreciarán los muy aficionados a la obra de J. K. Rowling. Sin embargo, también hay desastres, como puede ocurrir con un mal tatuador, un cliente con mal gusto o la tremenda resaca con la que uno se levanta y descubre, horrorizado, que tiene a Daniel Radcliffe tatuado en el culo.

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