Más allá del valor del propio texto, y de la estética de su formato, surgen obras que desean ir más allá, llamar la atención no tanto por su contenido sino por lo extraordinario de su forma. Este es el caso de Teeny Ted from Turnip Town (El pequeño Ted de la ciudad de los nabos), una fábula infantil escrita por Malcolm Douglas Chaplin sobre un granjero que cosecha gran éxito con sus nabos en la feria local. Una fábula que no tendría mayor importancia si no fuera porque en su formato actual necesitarías un microscopio para leerlo. En el año 2007, Robert Chaplin, investigador de la Universidad Simon Fraser en Canadá, decidió publicar el libro de su hermano utilizando nanotecnología, estableciéndose como el creador del libro más pequeño del mundo (tiene hasta su propio ISBN). La obra completa mide 0,07 mm por 0,10 mm, y se utilizó un rayo de siete nanómetros de diámetro (tened en cuenta que un nanómetro es la millonésima parte de un metro) para inscribir cada carácter. La obra está realizada sobre treinta microtabletas contenidas en una sola pieza de silicio cristalino. Y nosotros que creíamos que los libros escritos en granos de arroz eran pequeños.
En cuanto al libro más grande del mundo, a no ser que desde el 2010 se haya construido otro mayor, sostiene el récord el inventor húngaro Belga Varga, que junto a su esposa y veinticinco voluntarios, creó Our Fragile Natural Heritage (Nuestro frágil patrimonio natural), un libro que mide 4,18 por 3,77 metros y pesa más de 1.400 kilos. Se presentó cerca de Budapest, y tiene 346 páginas. Por otro lado, el atlas más grande del mundo es el Atlas Klencke, que se exhibió por primera vez con las páginas abiertas en la Biblioteca británica en verano del 2010. El atlas tiene 350 años, ya que fue un regalo realizado al rey anglosajón Carlos II con motivo de su restauración en el trono. Se necesita de seis personas para levantarlo, ya que mide 1,78 metros de alto por 1.05 metros de ancho.
Si seguimos hablando de libros gigantescos, ¿por qué no hablar de libros monumentales? Este es el caso de una versión muy particular de las enseñanzas de la escuela theravada de budismo, inscritas en una serie de tablas de piedra que rodean a la pagoda Kuthodaw en Mandalay, Myanmar (Birmania). Consta de 730 tablas, con 1460 “páginas”, cada una de más de un metro de ancho y más de metro y medio de alto. Cada tableta tiene su propio techo, como si de un pequeño templo se tratase, con una gema decorativa por tabla (si bien con el tiempo la mayoría de las gemas han desaparecido). Inicialmente las inscripciones estaban rellenas de tinta de oro, pero al perderse ésta siguieron llenándose de una tinta negra realizada con goma laca. El libro fue construido bajo las órdenes del Rey Mindon, a quien le preocupaba que se perdieran los conocimientos budistas con la invasión de las tropas británicas, y se abrió al público en 1868.