Un autor ha recibido el visto bueno de una editorial a su libro, o ha entregado (si es el caso) la obra que le encargaron. ¿Y ahora qué? El original queda en manos del editor y el autor puede llegar a desesperarse si desconoce los entresijos que lo llevarán a convertirse en un libro. Los autores con más experiencia pueden conocer ya las respuestas a algunas preguntas, pero para los noveles todo son incógnitas: no saben quién va a intervenir en la confección del libro, ni los plazos, ni cómo será el diseño interior o de la cubierta. Si no tienen noticias de la editorial durante un tiempo pueden llegar a pensar que no se está trabajando en su obra. Esto es un error: hay que tener mucha paciencia y tener siempre en cuenta que, incluso en editoriales muy pequeñas, lo más probable es que el editor no se esté ocupando solamente de tu libro, sino de diez, de veinte, o incluso de más, a la vez y cada uno en una fase distinta de producción. Suponer que un editor ocupa el 100% de su tiempo en un solo original (el tuyo) es de una candidez superlativa.
El editor debe ser consciente de que para el autor el único libro que existe es el suyo, así que lo recomendable es dejarle bien claro el recorrido que va a seguir su obra hasta su publicación, hacerle un breve esquema de los pasos (que no de los plazos: no hay nada que desespere más a un autor que un plazo incumplido, por mucho que se haya insistido en su provisionalidad) y hacerle notar en qué estadios se necesitará de su colaboración y, por tanto, habrá una comunicación más fluida. Porque el concurso del autor será fundamental, en primer lugar, durante la corrección de estilo y la posterior corrección de pruebas y, después, tras la impresión, cuando la editorial comience la promoción. Incluir al autor en más etapas de las necesarias es una complicación para ambas partes.
Los editores (o, de haberlos, los correctores en los que delegan su trabajo) han de leer el libro por completo y comprobar que se ha entregado todo el material necesario para su elaboración. Puede parecer una perogrullada, pero de no hacerse algo tan básico surgirán complicaciones durante el proceso editorial, sobre todo en el caso de los ensayos. No tiene sentido, por ejemplo, entregar un ensayo sin la bibliografía correcta, porque el corrector acabará trabajando el doble. Todo original entregado a una editorial tras su aprobación debería incluir (cuando corresponda, según el género):
-Título (aunque a veces, por cuestiones de promoción, la editorial puede llegar a proponer cambiarlo)
-Índice (indistintamente al principio o final del original: su colocación no depende del autor, sino de la editorial, que seguirá unas pautas prefijadas)
-Páginas preliminares (dedicatoria, introducción o prefacio, agradecimientos)
-Capítulos
-Bibliografía (a ser posible correctamente citada. Hay que tener en cuenta que existen varios sistemas aceptados para citar bibliografía. Dependiendo de la editorial se respetará la opción elegida por el autor o se adaptará al sistema que se haya usado en el resto del catálogo)
-Apéndices (glosarios, apéndices documentales o fotográficos)
Además, el editor debería aportar al corrector, de haberlo, las ilustraciones interiores que acompañarán al texto.
Otro paso fundamental sería, por parte del editor, comprobar que las cifras aportadas por el autor, o los hechos citados, se ajustan a la realidad. Hay que valorar las consecuencias legales que podrían derivar de la incorrección (malintencionada o no) de éstas. También hay que tener cuidado con los contenidos del libro: si se considera ofensivo o difamatorio también podrían surgir problemas a posteriori.