Una de las razones más comunes que tiene un editor para rechazar un original es argüir que no encaja en el catálogo de la editorial. A los escritores les puede sonar a excusa, y si bien es cierto que a veces se recurre a este tópico ya no sólo para no herir la susceptibilidad del autor dando las verdaderas razones sino también para ahorrar tiempo en la explicación, lo cierto es que la importancia del catálogo, y la sutileza en su confección, es fundamental. No estamos hablando de enviar un libro de cocina a una editorial especializada en textos técnicos de arquitectura, sino de algo más complejo. Aunque el autor no sea consciente y crea que su obra “encaja”, ha de tener en cuenta que las editoriales planifican minuciosamente su fondo editorial. Aunque un libro de sonetos y otro que usa rima libre sean poesía, ambos difícilmente podrían estar juntos en una colección que haya sido meticulosamente planeada. En una colección de novela, por poner otro ejemplo, tal vez se hayan fijado unos estándares de calidad (no sólo temáticos o de extensión) que el original recibido no cumpla. Lo cual no quiere decir que la novela sea mala: simplemente no encaja en el catálogo de esa editorial en concreto.
Existen editoriales, sobre todo las grandes, con catálogos muy amplios y en los que cabe prácticamente todo, pero en las pequeñas y medianas los catálogos tienen una coherencia interna que, aunque es difícil de observar desde el exterior, existe. Los libros de dicho catálogo, para el editor, forman un conjunto y guardan relación entre sí, aunque dicha relación parezca vaga.
Los catálogos, por otra parte, nunca pueden estar parados: por un lado, las novedades han de ser lo suficientemente interesantes y, a la vez, mantener el nivel de calidad del resto de títulos. Los libros antiguos que se siguen vendiendo bien o que dan prestigio a la editorial se deben reeditar, evitando que lleguen a agotarse completamente ya que esto dificultaría volver a colocarlos en distribuidoras y librerías. La calidad del fondo editorial es, pues, esencial, y en tiempos de crisis como los que vivimos un buen fondo puede suponer un soplo de aire para las editoriales (no hay que olvidar que las reediciones son mucho más baratas).
La estructuración del catálogo en colecciones, a veces cada una con un director que es el que propone y supervisa los títulos, es otro detalle a tener en cuenta para que la coherencia no se pierda. La inclusión de un índice para facilitar a librerías y eventuales lectores la localización de los libros deseados también es fundamental. Los catálogos, ahora mismo, deberían estar disponibles por completo a través de Internet, aunque no todas las editoriales han comprendido la importancia de estar presentes en la red.