El Rey de los Locos, Alejandro Sawa, fue retratado por Ramón del Valle Inclán en Luces de Bohemia, en el papel de Max Estrella. Fue ungido y admirado por los más prestigiosos literatos de su tiempo, pero él no tenía un triste bocado que llevarse a la boca y con frecuencia durmió bajo las estrellas. De origen griego, él mismo vaticinaba su tragedia al decir que, como Edipo, moriría ciego y loco. Su mal du siècle no le impidió dedicarse al periodismo de una manera voraz, mientras construía versos influidos por el simbolismo de su amigo Verlaine y redactaba novelas naturalistas al ritmo de los hermanos Goncourt, a quienes había traducido, y de su adorado Víctor Hugo.
En el prólogo a su libro póstumo Iluminaciones en la sombra, Rubén Darío recuerda a un poeta vivaz, galán y genial que con el paso de los años, el desvanecimiento de la esperanza y el peso de la pobreza, sucumbió al cinismo y a la inestabilidad mental. Darío habla de un tiempo feliz, de cuando “aún se soñaban sueños con fe y se decían versos de verdad. Si existía el arribismo, tenía otro nombre y no tanta desvergüenza”. Darío consiguió, con ayuda de otros amigos de Sawa como Manuel Machado, publicar el libro que no había conseguido editar el autor en vida.
Pero no es todo oro lo que reluce, ni loable toda una vida sacrificada a las musas, sobre todo teniendo en cuenta que Sawa apenas escribió unas cuantas novelas poco reseñables, y cientos de artículos y colaboraciones periodísticas para huir del hambre que lo atormentaba. Abusaba del alcohol y de los opiáceos, y su lengua mordaz e ira crítica hacia todas las cumbres del poder (incluido el literario) no ayudaban en su escala hacia una vida menos humilde y callejera. Su buen amigo, Gómez Carrillo, dijo de él: “Es un hombre que no trabaja nunca, de ningún modo. Parece que hubiera nacido en domingo“. Enamorado del progreso social y político, luchador por la dignidad del ser humano y defensor de sus derechos (especialmente de los de la mujer, cuya sexualidad legitimó adelantándose a un feminismo muy posterior), ni siquiera su función ocasional de negro literario pudo librarlo de la penuria económica.
Amelina Correa, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, ha publicado de la mano de la Fundación José Manuel Lara una biografía de Sawa que nos presenta a un hombre complejo, amante de la literatura por encima de todas las cosas (incluso de su mujer, a la que apodaban “Santa Juana”, y de sus hijos). La obra, acertadamente titulada Luces de Bohemia, desvela detalles poco conocidos de este creador que creció bajo las luces de París y decreció en las tertulias madrileñas, que inspiró a tantos y que acabó siendo, como los héroes griegos tan trágicos como él, una constelación en el firmamento cultural del cambio de siglo.
Como dijo Darío, bonne nuit, pauvre et cher Alexandre!
Luces de Bohemia