Reconozcámoslo: a todos nos gusta quedar bien hablando de libros sesudos, los hayamos leído o no, lanzando citas sacadas de viejos almanaques aptas para cualquier ocasión y, cómo no, corrigiendo a un amigo cuando nos está robando el protagonismo en una fiesta.
Para esto último no hay mejor ayuda que una tabla que acabo de ver en Booklicious y que es toda una joya para los amantes del puntillismo y que se niegan a seguir la regla no escrita en la que ante una palabra compuesta en un idioma extranjero siempre hay que pronunciar una parte bien y una mal, ya que pronunciar las dos bien es de pedante y las dos mal, de paleto.
Pues bien, esta regla (también llamada Ley White Label) podría ser aplicada a los nombres de famosos escritores extranjeros, ya que muchos de ellos tienen unos apellidos de lo más peculiar que son pronunciados un poco como más nos da, o como le hemos escuchado a alguien alguna vez en algún lugar. Vamos, que no tenemos ni idea. Para quedar como auténticos connoisseurs o para darle en los morros a otro connoisseur, podemos aprendernos algunos de estos nombres y su pronunciación (atención que está preparado para anglófonos, pero se entiende bastante bien).
Recomiendo, por eso de la actualidad, fijarnos que Michel Houellebecq sería “Uellbeq“, nada de “Jalebeq“, como a más de un crítico literario se le ha escapado por la radio, o que Thomas Pynchon se pronuncia “Pinshan” y no “Pinchon” (o Painchón). Es un respiro también saber que a Palahniuk hay que nombrarlo como “Palanik”. Aunque ahora que miro… eso de que a Borges haya que llamarlo “Borjais” me suena a complot gafapasta para desacreditarnos a partir de ahora en presentaciones literarias y cócteles de alto copete.