Cada vez surgen más entusiastas de la programación que pretenden aplicar la ciencia de la informática al insondable mundo de la literatura. En la Universidad de Idaho, en Estados Unidos, nació hace unos años el Book Genome Project, cuyo objetivo es “identificar, realizar seguimiento, medir y estudiar las características que conforman un libro”. Pretenden analizarse componentes como el lenguaje utilizado, los personajes y los temas para diferenciar un libro de otro. Al proyecto se han unido investigadores de todo el país y varias editoriales colaboran activamente, pero seguramente el aspecto más interesante de este proyecto sea la página web Booklamp.
Al igual que su equivalente musical, Pandora, toma música que nos gusta y nos sugiere otra que cree que encajaría en nuestros gustos, la web Booklamp pretende llevar a cabo de forma automática una labor hasta ahora reservada al crítico y al lector eficiente y considerado: la de recomendar libros. A pesar de hallarse muy lejos de la perfección (a veces los algoritmos producen resultados curiosos), sus creadores aseguran que tiene múltiples beneficios, entre ellos, por ejemplo, que la inmensa base de datos de títulos literarios permite que dichas recomendaciones no se limiten a obras superventas o de lectura masiva. Según los participantes de este Proyecto Genoma literario, los puntos a través de los cuales se analizan los libros para encontrar similitudes y producir recomendaciones serían tres: aquel que se refiere al estilo y lenguaje (en el que intervienen nociones de ritmo, densidad, descripción, perspectiva y diálogo); aquel que se refiere al tema (las obras se categorizan en más de 2000 subconjuntos temáticos, por los que podemos encontrar un libro que sea, por ejemplo, 10% sobre alienígenas, 50% romántico, 20% sobre ciudades y 20% sobre viajes en carretera); y aquel que se refiere al tipo de personajes. Si bien estos no son parámetros válidos para estudiar una obra en su totalidad, son tremendamente útiles para ese árbol de diversas ramificaciones que ayuda a llegar a un libro nuevo a través de sus semejanzas con otro. Uno se pregunta, sin embargo, si estas recomendaciones no se verán limitadas por la imposibilidad de que una ecuación defina aspectos a veces tan subjetivos como la calidad literaria, o la capacidad de entretenimiento. El que alguien disfrute con novelas de corte histórico ambientadas en la corte anglosajona de Enrique VIII no implica que le gusten todas las novelas de dicho corte, ni que sean todas de calidad comparable; y lo mismo ocurre con novelas para adolescentes sobre vampiros u obras de ciencia ficción dura ambientadas en Marte. En cualquier caso, Booklamp no deja de ser una herramienta interesante, ideal para descubrir libros nuevos y para disponer de una lista de candidatos a nuestra mesilla de noche con más posibilidades de complacernos que una obra recomendada por un conocido con el que no tenemos nada en común, o por un crítico con intereses velados. Por ahora sólo está disponible en inglés, pero suponemos que de tener un éxito aceptable pronto empezaremos a verlo adaptado a otros idiomas.