Es más que habitual subirse a un vagón de metro y ver a cuatro o cinco personas con libros en las manos. Es más que habitual encontrarse lo mismo en un tren. Y también lo es en los aviones. Las salas de espera y las zonas de embarque están repletas de libros. Y en algunas ciudades españolas hasta nos regalan pequeños libros en los autobuses. Lo que no es tan normal, sin embargo, es que nos lean en alto en un aeropuerto.
El aeropuerto londinense de Heathrow ha sido el pionero en lo que se refiere a la iniciativa de adoptar a un escritor durante una semana, para deleite de sus visitantes. Heathrow regalará la friolera de 5000 ejemplares de la última antología de Tony Parsons, realizada con relatos inspirados por el aeropuerto. Parsons se dio a conocer como redactor para la prestigiosa revista musical NME, y en la actualidad goza de una gran reputación como escritor gracias a su novela Man and Boy. El escritor recibirá una cuota fija por esta tirada de libros, pero conservará los derechos de la antología, siendo su única obligación aparecer por el aeropuerto durante una semana para hablarle a viajeros y empleados de su libro. Es ya la segunda vez que Heathrow tiene un escritor residente, en 2009 hizo algo similar con el filósofo y autor Alain de Botton, con resultados muy interesantes.
Aunque Heathrow es el primer aeropuerto que ha tomado a un escritor bajo sus, nunca mejor dicho, alas, no es la primera institución que decide apadrinar a un autor de manera oficial. En 2002, la escritora Fay Weldon fue residente del hotel Savoy durante tres meses. Sus obligaciones incluían trabajar en su novela, dar tres conferencias y ejercer de redactora para la revista del hotel. A cambio, se llevó nada menos que tres meses de alojamiento gratuito (valorado en 350 libras esterlinas por noche, unos 405 €) con desayuno incluido. Es un acuerdo que beneficia a ambas partes: por un lado el escritor recibe techo, comida, tal vez un sueldo, por otro la institución pertinente puede ofrecer algo realmente único a usuarios y clientes. Algunas bibliotecas también se han visto inspiradas por la idea, y comienzan a contratar a autores para escribir obras especialmente para ellas, y para poder interactuar de manera periódica con sus lectores. Si bien para algunos esto podría adquirir connotaciones negativas típicas de la literatura de compromiso, para otros podría verse como una forma positiva de revalorizar el oficio del escritor dentro de un sistema laboral que cada vez le ofrece menos, sobre todo teniendo en cuenta que incluso las funciones secundarias atribuidas a los escritores, como la redacción especializada e incluso la crítica, comienzan a perderse, prefiriendo las grandes publicaciones conceder estos puestos a profesionales de la información en nómina, cuya producción no depende de un coste por palabra que las grandes publicaciones ya no pueden permitirse. Esta cesión de trabajo a personas educadas en el ámbito de la comunicación, pero no en el de la escritura ni en el de la crítica, ha despertado la ira de los seguidores de muchos de los grandes periódicos a nivel internacional. Tal vez, debido a la crisis y a la iniciativa de Heathrow, veremos ahora poetas recitando a bordo de los vuelos de bajo coste, novelistas repartiendo ejemplares de sus libros subidos a un Talgo, o incluso algún que otro redactor repartiendo artículos a la salida de cualquier estación de autobuses.
Alain de Botton