Fred Vargas es una de las autoras francesas más destacadas de novela negra, con un estilo peculiar que le permite firmar algunas de las historias más originales de la narrativa criminal de los últimos años. Destaca, sobre todo, por sus personajes, tanto en la serie protagonizada por el Comisario Adamsberg como por la de los Evangelistas.
En Sin hogar ni lugar nos encontramos, precisamente, a estos, Marc, Lucien y Mathias, los tres historiadores -como la propia Vargas-, atrapados en un viejo caserón y malviviendo como pueden, cada uno obsesionado con sus propias fantasías y extrañas costumbres. A este trío de personajes se une con mayor protagonismo el expolicía Louis Kehlweiler, que es, en definitiva, quien se encarga del misterio correspondiente.
Sin hogar ni lugar nos trae la historia de Clément Vauquer, un joven con un leve retraso mental y a quién la policía busca por el asesinato de varias mujeres. Vauquer busca ayuda en la única persona que le ha ayudado de verdad en su vida, una vieja prostituta que ahora ejerce de librera. Esta acabará recurriendo a Kehlweiler en un asunto para el que el expolicía pedirá ayuda de los tres evangelistas y a sus peculiares métodos.
Vargas traza una historia que comienza siendo sencilla pero que se va complicando a medida que pasan las páginas, mientras juega un poco al engaño, como tanto le gusta, y acaba planteando la solución tras un enigma creado un poco a medida de la situación. Si algo se le puede reprochar a Vargas es ese uso recurrente del Deus ex machina, pero como compone tan bien las situaciones, los diálogos y los personajes, casi que podemos dejarle pasar ese detalle. Por lo demás, Sin hogar y lugar cumple y mejora la anterior aventura de los evangelistas, Que se levanten los muertos.
Sin hogar ni lugar es una de las primeras novelas de Vargas, pero ya contiene los elementos de sus posteriores novelas, sin dejarse llevar tanto por las ensoñaciones de Adamsberg. En resumen, un buen libro de intriga e investigación que hará las delicias de sus seguidores y agradará a cualquiera que quiera pasar un buen rato de ocio.
Fred Vargas
Sin hogar ni lugar