Hace casi justo dos años Lecturalia se hizo eco del proyecto de llevar a la televisión la magna obra del autor estadounidense George R. R. Martin, Canción de Hielo y Fuego, empezando, claro, por el primer volumen de la saga, Juego de Tronos. Muchas eran nuestras reservas, y eso que era HBO, una cadena cuyos productos suelen tener una calidad muy por encima de la media, la que se aventuraba a adaptar a la pequeña pantalla una serie de novelas que, para muchos de los lectores de la obra de Martin, se nos antojaba difícil de ser fielmente reproducida. Ya han pasado algunas semanas desde su estreno, tanto en EEUU, primero, como posteriormente en España, también de la mano de una cadena de televisión de pago (HBO también lo es), así que tal vez sea el momento de hablar de nuevo de Juego de Tronos.
En estos momentos Juego de Tronos cuenta en IMDB (la que es seguramente la más importante página sobre cine) con una puntuación, basada en los votos de los usuarios, de 9.5 sobre 10. Es evidente que la mayor parte de los que se han acercado a la serie y se han apresurado a votar no han descubierto el producto de la HBO de forma fortuita, sino que son lectores de la saga que han devorado los primeros episodios televisivos con una avidez equiparable a la de los millones de lectores de Tolkien que hicieron cola durante tres navidades consecutivas en los cines de medio mundo para ver la aclamada trilogía dirigida por el neozelandés Peter Jackson. Pero aunque suene a perogrullada, y ya que estamos hablando de Tolkien, Martin ha tenido más suerte, a priori y siempre que los números acompañen y HBO no cancele la serie, que el inmortal autor nacido en Sudáfrica: en mi opinión, el lenguaje literario puede ser reproducible en series de televisión de forma más efectiva que en largometrajes. Peter Jackson tuvo que condensar tres volúmenes de proporciones gigantescas en tres películas larguísimas pero que se mostraron, para muchos de los seguidores de la saga de El Señor de los Anillos, insuficientes. Martin, en cambio, ha visto su obra llevada a la televisión en temporadas de (presumiblemente) diez capítulos de una hora por cada uno de los tomos que componen Canción de Hielo y Fuego, algo que incluso se podrá estirar más en alguno de los tomos más largos (y no es precisamente Juego de Tronos uno de ellos) si la serie tiene éxito, máxime cuando Martin se haya inmerso todavía en la finalización de la saga.
Otro punto a favor es, precisamente, que Martin, que ya contaba con experiencia como guionista de televisión, ha participado activamente en la elaboración de la serie. Esa es, en mi opinión, la mayor de las garantías de que Juego de Tronos: la serie es lo más fiel posible a la concepción original del autor, y es algo que Tolkien, desgraciadamente, y con él muchos autores cuyas obras han sido llevadas al cine o la televisión de forma habitual, nunca pudieron hacer (imposible no pensar en otro de los grandes nombres de la literatura fantástica, Philip K. Dick, aunque lo suyo fuera la ciencia ficción y no las aventuras épicas en un entorno pseudo-medieval).
En mi opinión, y pese a que todos los lectores de Martin teníamos bastante miedo del resultado, es que Juego de Tronos: la serie es un producto más que digno. La ambientación es excelente, la elección de los protagonistas y el casting de secundarios, como siempre en HBO, es correctísima, y la adaptación del guión, aunque sea éste precisamente el punto que más polémico puede resultar, es más que decente si tenemos en cuenta la reducida duración de cada capítulo y la necesidad, que en televisión es más evidente que en literatura, de que las diferentes tramas tengan una importancia similar para mantener al espectador interesado en el conjunto y no sólo en una parte de él.
Está por ver qué opinan de la serie los que no conocen la obra de Martin, sólo así podremos, objetivamente, saber si es una obra llamada a perdurar o sólo una golosina apta para los cientos de miles de seguidores de la saga literaria.
George R. R. Martin
Juego de tronos. Canción de Hielo y Fuego I