Hoy, año 2011, el mundo ya es digital. No es esta una afirmación gratuita: existen incluso voces entre los historiadores de medio mundo que proclaman muy convencidas que la Edad Contemporánea (que empezó con las revoluciones burguesas y las industriales) ha dado paso a una nueva Edad, marcada por la informática, la globalización de las comunicaciones, etc. Está por ver que se llegue a un consenso con esto, y probablemente ninguno de los presentes llegará a ver la definición de esta nueva época, que las pasará canutas para encontrar un nombre adecuado que nos haga olvidar el significado literal que la palabra Contemporánea tiene (ya sucedió algo parecido con el concepto de edad Moderna: esperemos que se imponga la lógica y se acuñe un término para la nueva Edad que sea atemporal).
No obstante, y por muy digital que sea el mundo, inicio con este post una serie que hablará de las publicaciones periódicas más prestigiosas e influyentes del mundo actual, la práctica totalidad de las cuales basan todavía hoy su existencia en la publicación en papel. Al repasar mentalmente la pequeña lista que he elaborado llegué a la conclusión de que el inicio perfecto de esta serie era la revista Nature, posiblemente la más prestigiosa publicación científica de la historia.
Publicar en Nature supone, para cualquier científico del planeta, el colofón a cualquier investigación que se haya llevado a cabo. Conseguir aparecer en esta publicación británica iniciada en 1869 no es fácil, eso por descontado: sólo se llegan a publicar el 5% de los artículos que se les envían, lo que pone de manifiesto el prestigio que tiene la revista entre la comunidad científica. Los artículos, antes de su publicación, son revisados a conciencia y sometidos al arbitraje de comisiones independientes. Se han llegado incluso a realizar experimentos ex profeso para comprobar los resultados expuestos en artículos dudosos. Pero incluso con todas estas medidas encaminadas a convertir a Nature en un referente de credibilidad total, a veces se han colado artículos que, después, se han demostrado como falsos. Uno de los casos más escandalosos ocurrió en el número 333 de la revista, publicado el 28 de junio de 1988, cuando apareció un estudio del inmunólogo francés Jacques Benveniste acerca de la supuesta memoria del agua. Nature, no obstante, hizo aparecer en ese número un editorial de John Maddox, su editor, pidiendo cautela a la hora de valorar la investigación de Benveniste, abogando por la realización de estudios independientes a la menor tardanza ya que, de ser ciertas las teorías del francés, se estarían violando leyes fundamentales de la física y la química.
La revista Nature, británica, tiene su contrapartida estadounidense en la revista Science, iniciada en 1880 gracias al apoyo de Thomas Edison y del posterior de Graham Bell, aunque los problemas económicos no cesaron hasta 1900, cuando pasó a convertirse en el órgano de comunicación de la AAAS (Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia). Publica también artículos de todos los campos científicos, al igual que Nature.
Nature y Science consiguieron, conjuntamente, el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2007, un merecido galardón a dos publicaciones que, pese a que no podamos encontrarlas en nuestros quioscos habituales, han tenido más importancia en nuestras vidas de lo que podemos imaginar a simple vista.