Acaba de inaugurarse en Granada, de la mano de la joven y ambiciosa empresa de gestión cultural Caravansar y del Área de Cultura de la Diputación Provincial, el ciclo Maneras de decir, un evento que durante los próximos meses aunará a poetas y músicos variopintos. La idea del ciclo es la de ofrecer en cada conferencia a un poeta y un músico cuyas propuestas artísticas sean similares “en forma o en ánimo”, haciendo un recorrido paralelo a sus carreras. En los próximos meses podremos disfrutar, en el Palacio de los Condes de Gabia de la capital granadina, de Javier Ruibal y Luis Muñoz (moderados por Mariano Maresca y con el título genérico de Raíces, el 25 de marzo), Señor Chinarro y Rafael Espejo (moderados por José Carlos Rosales y con el título Sobriedad e ironía, el 29 de abril), Antonio Arias y Jesús Aguado (con Pepa Merlo de moderadora y con el título Misticismos. La tercera cultura) y, por último, El existencialismo es un humanismo” el 3 de junio, con Javier Corcobado y Chantal Maillard, con Enrique Novi como moderador.
La primera de las citas, el pasado 25 de febrero, fue el verdadero plato fuerte (a nivel mediático) de la iniciativa: moderados por el incombustible Tato Rébora, un icono de la cultura granadina desde hace años gracias a La Tertulia (lugar de encuentro ineludible de la ciudad), presentó a dos de las grandes voces de la poesía y la música españolas. Por un lado, Luis García Montero, uno de los poetas más prestigiosos de la actualidad; por el otro, Joaquín Sabina. Sabina, que había pedido a la organización que tuviera a punto una guitarra afinada (aparte de la consabida botella de champagne bien fría que todo músico quiere tener en el backstage), finalmente no pudo cantar, presuponemos que por problemas en su garganta, lo que no impidió que el acto, que llevaba el título de Lo cotidiano urbano y que al final fue un homenaje póstumo a la figura del recientemente fallecido Enrique Morente, fuera un rotundo éxito.
Desgraciadamente, no todo van a ser parabienes: para muchos resulta incomprensible que una iniciativa de tal calado, que reúne a artistas con suficiente poder de convocatoria como para llenar auditorios enteros, se realice en una sala en la que, oficialmente, sólo caben 91 personas. Dejando a un lado las invitaciones que la organización (en este caso Diputación Provincial de Granada) se reserva para sus propios compromisos, que según parece no son pocos, el resto fueron entregadas horas antes del evento por riguroso orden de llegada. Intentar convencer al nutrido público que anhelaba ver juntos a Sabina y García Montero de que éstas se habían evaporado tras los primeros minutos debió de ser un trago difícil para los organizadores. Comprendemos que se quería dotar al ciclo de un carácter intimista, casi de tertulia entre amigos, aunque yo personalmente no conozco ninguna reunión de este tipo en la que haya un centenar de personas. Lo cierto es que la ubicación del acto, el ya mencionado Palacio de los Condes de Gabia, en el que el área de Cultura de la Diputación tiene su sede administrativa y que también cuenta con la oficina técnica del flamenco de la ciudad y con la film commission de Granada, no es tal vez el lugar más indicado para este tipo de eventos, pero fue la única solución posible tras desmarcarse del proyecto la Universidad de Granada, que según parece la apoyaba en un principio, y que, dicen las malas lenguas, no pudo ponerse de acuerdo con Diputación para su organización.