- Nunca es tarde para comenzar a desarrollar una de tus pasiones.
- Te presentamos 6 autores que empezaron a escribir ya pasados los 40 años.
La frase “nunca es tarde para empezar” suena a cliché manido y, sin embargo, muchos son los casos que han demostrado su veracidad. Desde que somos pequeños se nos enseña que todo en la vida tiene un tiempo y, pasado este, ya es tarde y no hay vuelta atrás: los estudios, la pareja, los hijos, el trabajo… A pesar de inculcársenos esta idea desde jóvenes, ¿quién no ha conocido a alguien que ha empezado a estudiar ya pasado “el momento”?, ¿o que ha encontrado el amor ya mayor, cuando menos lo esperaba? Estas personas son el vívido ejemplo de que nunca es tarde para nada.
En la literatura podemos encontrar también casos de escritores que comenzaron a escribir tarde, ya sobrepasados los 40 años. Te presentamos 6 autores que son la prueba de que la edad es solo un número y que, cuando hay ganas, ilusión y pasión por la literatura, siempre hay tiempo para empezar.
Escritores que empezaron tarde
Daniel Defoe (1660-1731) es uno de los nombres que cabe mencionar cuando hablamos de autores que emprendieron su actividad literaria bien entrados en la adultez. En su caso fue a los 59 años cuando se plantó frente a una hoja en blanco y se puso a escribir ficción. Hasta entonces, su ajetreada vida no le había permitido explotar su vena artística: fue comerciante, recaudador de impuestos, tuvo 8 hijos, viajó por toda Europa y estuvo en la cárcel por motivos económicos y políticos. Afortunadamente, nada le impidió terminar inmerso en el mundo literario y, cuando publicó en 1719 Robinson Crusoe, esta fue bien recibida por el público y la crítica. De hecho, gracias a esta novela de aventuras Defoe es considerado uno de los padres de la literatura inglesa.
También el escritor y filósofo francés Donatien Alphonse François de Sade, el marqués de Sade (1740-1814), empezó a escribir tardíamente. Aristócrata dado al escándalo y al libertinaje, a lo largo de su vida fue encarcelado en varias ocasiones. Sería a partir de 1784, año en el que se le internó en la Bastilla, cuando comenzaría a cultivar la escritura. En 1787 escribió Justine o los infortunios de la virtud, pero la novela no vio la luz hasta 1791, cuando el marqués tenía 51 años. Aunque la novela fue prohibida, circuló clandestinamente durante el siglo XIX y mitad del siglo XX. Más adelante escribió cuentos, ensayos y piezas de teatro en los que incluyó actos de violencia y trató temas como las parafilias, lo que indujo a la Iglesia católica a incluir su producción en el índice de libros prohibidos.
Otra autora perteneciente a este selecto grupo es la estadounidense Laura Ingalls Wilder (1867-1957), que escribió los aclamados libros de “La casa de la pradera”. Como los autores anteriores, también ella tuvo una vida complicada, destacando entre sus vivencias la muerte de su hijo menor, la parálisis de su esposo a causa de la difteria y el incendio que destruyó su casa y su granja. Económicamente, había logrado subsistir alternando entre la docencia y las labores del campo, pero la crisis del 29 terminó de golpe y plumazo con sus ahorros, con los que pretendía costearse la jubilación. Fue su hija quien la convenció para escribir una colección de libros que narraran su infancia y juventud; de este modo nacieron las 8 novelas de “La casa de la pradera”, que comenzó a escribir a los 65 y que fueron adaptadas en los años 70, póstumamente, como serie de televisión.
En cuanto a Frank McCourt (1930-2009), escritor estadounidense de origen irlandés, fue su jubilación el momento en el que empezó a darle rienda suelta a la pluma. Durante toda su vida se había dedicado a la docencia y, al cumplir 66 años y retirarse, tuvo la necesidad de escribir su propia historia. Esta quedó plasmada en Las cenizas de Ángela (1966), obra que retrata su infancia a la vez que recorre la Irlanda de los años 30 y 40 del siglo XX. Su valor no tardó en ser reconocido con premios como el Pulitzer y el National Book Critics Circle Award. Además, tres años después de su publicación dio el salto a la gran pantalla. A partir de su debut McCourt continuó publicando novelas, de las que han visto la luz en castellano Lo es (1999), la continuación de su primer libro, El profesor (2005) y Ángela y el niño Jesús (2007).
Por otro lado, el caso de Raymond Chandler (1888-1959) es el claro ejemplo de que las situaciones complicadas pueden convertirse también en grandes oportunidades. Este escritor estadounidense, considerado uno de los grandes de la novela policíaca, comenzó a escribir con 44 años al perder su trabajo en una empresa petrolera durante la Gran Depresión. En lugar de achantarse y desfallecer, Chandler comprendió que era el momento idóneo para darle un giro radical a su vida. De este modo, se puso manos a la obra e inició su carrera literaria. A los 51 vio la luz su primera novela, El sueño eterno, a la que seguirían más adelante otros títulos como La dama del lago o El largo adiós. Posteriormente también se dedicó a la escritura de guiones para adaptar sus propias obras al cine.
Stieg Larsson (1954-2004) es otro de los casos a destacar entre los escritores tardíos más célebres. Trabajó durante muchos años en el mundo del periodismo, ámbito en el que se le conoció especialmente por su incansable lucha contra la extrema derecha. Por su compromiso político, presente en sus libros de investigación periodística, llegó a recibir amenazas, por lo que optó por llevar una vida clandestina para poder garantizar su seguridad y la de sus seres queridos. Esta situación le condujo a refugiarse en una de sus grandes pasiones: la literatura. Aficionado a la ciencia ficción y la novela policíaca, en 2001, con 47 años, empezó a escribir por las noches por pura diversión. Poco a poco fue configurando la serie por la que más adelante se haría famoso en todo el mundo: la saga Millenium. Desgraciadamente, Larsson no pudo disfrutar de este éxito, pues sufrió un infarto y murió en 2004, poco antes de ver publicado el primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres, y días después de haber entregado a su editor la tercera parte, La reina en el palacio de las corrientes de aire.
Y hasta aquí 6 casos de autores tardíos que han pasado a la posteridad, ya que el hecho de que empezaran a escribir más tarde no empañó en ningún momento su talento ni el gran valor de sus relatos.