- La crítica es una acción que se practica desde hace siglos.
- Los libelos surgieron como forma de difamar e injuriar de manera anónima, atentando contra el honor de diferentes personas y colectivos.
Criticar es una acción que todo ser humano disfruta de practicar de vez en cuando. ¿Quién no ha proferido alguna que otra maldad acerca de esa persona que nos saca de quicio? Pues, aunque cueste de creer, este ejercicio tiene hasta su propio género literario. A continuación te hablamos del libelo, un escrito cuya historia se remonta a la Edad Media y que evolucionó hasta convertirse en un medio social para calumniar e injuriar.
Definición
A pesar de que este término también tiene una acepción jurídica, nos centraremos en su concepción literaria. Para referirse a este significado RAE describe el libelo como escrito en que se denigra o infama a alguien o algo. Ampliando el concepto, se trata de una composición popular que se divulgó con mayor frecuencia entre los siglos XVI y XVII, aunque siguiera utilizándose también más adelante.
Características y difusión
Libelo procede de libellum, palabra en latín que se traduce como libro pequeño; de ello se puede inferir que la longitud de estos textos era más bien breve. Además, eran de reducido tamaño, concisos, directos y podían ir acompañados de pequeños dibujos que aumentaban el tono de burla.
El lenguaje popular era el más empleado para este tipo de composiciones, pues se pretendía que llegara a cuanta más gente posible mejor para herir en profundidad el honor de la persona o la institución a la que se hiciera alusión. Se usaba la prosa o el verso, pudiendo difundirse así en forma de canción.
Quienes los escribían lo hacían en tono satírico y muy a menudo los publicaban de forma anónima o se ocultaban detrás de un seudónimo; la razón tras ello es que de este modo protegían tanto su identidad como su seguridad, puesto que en ciertos momentos históricos esta práctica llegó a penarse por la ley con medidas tan extremas como la muerte.
En cuanto a su difusión, eran manuscritos que se dejaban a la vista de todos en lugares transitados como podrían ser por ejemplo las concurridas plazas de pueblos y ciudades. Cuando se presentaban en forma de canción se cantaban en sitios públicos o en actos de protesta.
Historia
En la Edad Media el libelo solo hacía referencia a un documento utilizado en derecho canónico, es decir, la rama que se encarga de los asuntos legales de la Iglesia católica. El documento era un texto en el que debía aparecer la razón de la demanda y lo que se pedía al demandado; este paso era fundamental ya que con él se iniciaba de manera oficial la tramitación judicial.
Hacia la Edad Moderna (siglo XV al siglo XVIII) el uso del libelo se extendió a menesteres que nada tenían que ver con la legalidad y pasó a ocupar el espacio público. De esta forma se transformó en una composición difamatoria, difundida de forma clandestina y cuyo único propósito era el de dañar el honor y la reputación de una persona o grupo de personas. Esta práctica se convirtió, pues, en la herramienta perfecta para mostrar el descontento hacia el orden establecido o para exteriorizar el odio hacia algunos colectivos. Gracias a que se manifestaba en ellos las tensiones y conflictos de la sociedad de la época son un objeto valioso para el campo de la investigación de carácter histórico y sociológico.
A partir del siglo XVI pasó a considerarse un género literario y en el siglo XVII estaban ya consolidados como el formato preferido de los eruditos para enfrentarse unos con otros. En esta época eran frecuentes en España los insultos y las acusaciones entre escritores; además de ser textos dotados de gran agresividad, también reflejaban muchísimo ingenio. Algunos de los literatos que sufrieron estas infamias fueron Francisco de Quevedo y Miguel de Cervantes, así como Lope de Vega que fue vejado en un libelo que le minó enormemente la moral. Se trataba de Spongia, un texto publicado en 1617 por Pedro Torres Rámila y que pretendía hundir la imagen que se tenía del ilustre poeta y dramaturgo. El autor lo repartió por librerías, tertulias y academias madrileñas y, a pesar de ser una edición ilegal, se popularizó sobremanera gracias en parte a la internacionalidad que le confería el estar escrito en latín.
En el siglo XVIII las disputas más destacables son las que tuvieron lugar en el terreno literario y filosófico. A raíz de ellas surgieron cada vez más libelistas, muchos de los cuales se enfrentaron a Voltaire. Sin embargo, él no se dejó amilanar y escribió libelos anónimos dirigidos a sus enemigos, que más adelante se le acabarían atribuyendo. Entre todos los textos de esta índole que creó destaca El sentimiento de los ciudadanos, difundido en Ginebra y que pone su foco en la figura de Jean-Jacques Rousseau. Su incursión en el mundo de la difamación le valió al filósofo la intervención en distintos casos judiciales, llegando incluso a ingresar durante once meses en la prisión de la Bastilla por un texto que atacaba directamente al regente Felipe II, duque de Orleans.
Finalmente, en el siglo XIX, con los periódicos haciendo alusión a asuntos políticos, los libelos fueron reemplazados por las polémicas periodísticas. Fuera del periodismo cambiaron de nombre y pasaron a llamarse panfletos. Estos se caracterizan por su carácter crítico y difamatorio y su estilo mordaz. En cuanto a su objetivo, en lugar de centrarse en deshonrar a la persona o al grupo de personas, focalizan la atención en difundir una idea o postura. Siendo estas sus características no es de extrañar que fueran utilizados para hacer propaganda política, como ocurrió más adelante durante la Segunda Guerra Mundial.
Y hasta aquí la fascinante historia de los libelos, los escritos que levantaron ampollas en las sociedades de diferentes siglos.