- En la Francia de mediados del siglo XIX se inventó un método que permitía a las personas ciegas leer y escribir.
- El sistema braille se sirve de celdas de seis puntos que, dependiendo de si están en relieve o no, representan diferentes caracteres.
La lectura y la escritura son dos habilidades básicas que se nos enseñan a edades muy tempranas, pues su aprendizaje es vital para nuestro desarrollo. Ahora bien, no todo el mundo puede leer y escribir del mismo modo, como es el caso de quienes presentan discapacidad visual en cualquiera de sus grados. Al no contar con el sentido de la vista —o tenerlo afectado severamente—, se imposibilita para ellos leer y escribir de la forma tradicional: en tinta y papel. Es aquí donde entra en juego el braille, el método de lectoescritura que les permite acceder a la información a través del tacto. A continuación te contamos su historia, te hablamos sobre cómo funciona, su alfabeto y la forma en la que se adaptan textos a este sistema.
Historia del braille
Para conocer el origen del método que revolucionó la vida de las personas con discapacidad visual es necesario remontarse a la Francia de mediados del siglo XIX. El protagonista de la historia es Louis Braille, nacido en Coupvray en 1809 y que, con tan solo 3 años, sufrió un accidente jugando con las herramientas de su padre que terminó con un ojo perforado cuya infección pasaría al otro que estaba sin dañar. Poco a poco fue perdiendo visión y a los 5 años el pequeño Louis ya estaba completamente ciego. Sus padres se negaron a que su situación le impidiera ir a la escuela como cualquier otro niño, así que lo escolarizaron y a pesar de las dificultades que atravesó —el centro no contaba con ningún programa orientado a alumnos invidentes— pudo manejarse bien académicamente, aunque siempre estaba en clara desventaja por no poder leer ni escribir.
Con 10 años obtuvo una beca y se matriculó en el Real Instituto para la Juventud Ciega de Francia, localizado en París. Aun tratándose de un lugar más adaptado a sus necesidades, el sistema de lectura era todavía muy rudimentario: libros impresos con letras en relieve que usaban el sistema inventado por el fundador de la escuela, Valentín Haüy. Afortunadamente, en 1821 la situación cambió. Llegó al instituto Charles Barbier, el capitán del ejército francés que había desarrollado un sistema de lectura táctil con el que los soldados podían leer mensajes en la oscuridad sin alertar al enemigo. Tras implementarla se le ocurrió que tal vez este método podría ser beneficioso para las personas ciegas, y no se equivocaba.
A diferencia del método de lectura anterior, que usaba letras impresas en relieve, el de Barbier hacía uso de puntos y guiones en relieve. Los alumnos experimentaron con esta nueva forma de leer, pero como era muy limitado y no incluía ni mayúsculas ni puntuación, desistieron y lo abandonaron. Todos menos Louis Braille, que confió en que podría ser útil si se le realizaban algunos cambios; por ello, tomó el código base y lo fue perfeccionando hasta que a los 15 años completó su propio sistema. En 1829 publicó su primer libro en braille: Método para escribir palabras, música y canciones sencillas mediante puntos, para uso de ciegos y especialmente diseñado para ellos. Dos años después de su muerte por tuberculosis en 1852 Francia adoptó el Braille como su sistema oficial de comunicación para personas ciegas. A partir de ese momento fue introduciéndose gradualmente en otros países y regiones del mundo.
Sistema braille
El sistema braille hace uso de celdas de seis puntos, organizados estos en tres filas y dos columnas numeradas de arriba abajo y de izquierda a derecha. El tamaño de la celda es el adecuado para que el lector pueda sentir los puntos en la yema del dedo con un solo toque, pudiendo así saber rápidamente de qué letra, número o símbolo se trata. Es la presencia o ausencia de puntos en relieve lo que permite reconocer el caracter que es; de este modo se configura una matriz de 64 combinaciones (letras y signos de puntuación), a las que se suman símbolos diferenciadores para señalar si se trata de mayúsculas o números, entre otros caracteres especiales.
El sistema braille no es un lenguaje, sino un alfabeto, por lo que se puede adaptar a diferentes lenguas aplicándole las modificaciones pertinentes. En el caso del español y otros idiomas con raíces latinas, este es el alfabeto braille:
Adaptación de textos a braille
Para que las personas con discapacidad visual puedan leer un texto es necesario que este se transcriba al braille. El primer paso para hacerlo es digitalizar el texto para después pasarle un editor braille, que generará un fichero que permitirá su impresión posterior.
Existen diferentes métodos para hacer transcripciones al braille, conocidos estos como “Grado 1”, “Grado 2” y “Grado 3”. En España el sistema más utilizado y el método oficial adoptado por la Comisión Braille Española es el del Grado 1, que sustituye las notaciones en tinta del original por sus caracteres correspondientes en braille. En los otros dos métodos, que usan la estenotipia, economizan caracteres para ahorrar espacio.
¿Y quién se encarga de adaptar libros y documentos para hacerlos accesibles a las personas con algún grado de ceguera? Entre los centros que desarrollan esta función destacan el NLS de la Biblioteca del Congreso en Estados Unidos y la Red de Adaptación del Servicio Bibliográfico de la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE). Esta última cuenta con dos grandes dependencias en Madrid y Barcelona, cinco Servicios de Adaptación de Recursos Didácticos y Tecnológicos y treinta y cuatro Unidades de Adaptación Documental.
Tras hacer este recorrido por la historia y aplicaciones del braille, queda claro que la creación e implementación de este sistema supuso para la comunidad ciega un avance sin precedentes. Este método de lectoescritura derrocó la barrera de accesibilidad que les impedía leer y escribir de forma autónoma y sin intermediarios. Con él se les abrió la puerta a todo tipo de información, volviéndolos más independientes y mejorando su inclusión social a nivel relacional, educativo y laboral, entre otros muchos aspectos. Todo ello se lo debemos a aquel joven Louis Braille que se negó a darse por vencido y quiso, por todos los medios, tener acceso a todo aquello que hasta el momento se le tenía vetado. Ojalá hubiese vivido para ver cuántas vidas ha logrado cambiar con su arrojo, determinación y perseverancia.