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Bibliotecas humanas: de leer libros a leer personas

AutorYolanda Galiana el 8 de septiembre de 2021 en Divulgación
  • A menudo dejamos pasar de largo un libro porque no nos llama la atención su portada.
  • El acto de juzgar por las apariencias no es exclusivo de los libros, sino que se extiende también a las personas.

Un anciano y un hombre conversando en la terraza de un bar

“No juzgues un libro por su portada”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase y cuántas veces, más sin querer que queriendo, hemos caído en su trampa? Es inevitable, la portada es lo primero que llama nuestra atención y, posiblemente, lo que determine si leemos la obra o no. Si la cubierta de un libro no nos gusta, ni siquiera pasamos al siguiente paso: leer la sinopsis. He aquí un gran error. ¿Y si entre sus páginas se encuentra una historia capaz de cambiarnos la vida? Nunca lo sabremos si no le damos una oportunidad.

Esta situación, la de prejuzgar antes de conocer, no está limitada tan solo a los libros. Por desgracia, también nos ocurre con las personas. Desconocemos quiénes son, qué les gusta, cómo ha sido su vida, si tenemos cosas en común… Y aun así, seguimos juzgándoles por su apariencia, su religión, su cultura, su orientación sexual, su raza… ¿No sería maravilloso dar portazo a tanto prejuicio y poder conocer a la persona detrás de “la portada”? Este es exactamente el punto de partida de las bibliotecas humanas.

La primera de ellas se llevó a cabo en 2000 en Copenhague durante el Festival de Roskilde, uno de los mayores festivales de verano que se realizan en Europa. En aquellos años, los daneses profesaban un gran rechazo hacia los inmigrantes que llegaban desde todas las partes del mundo. Con el fin de combatir esta realidad surgió, de la mano de la ONG Stop The Violence y el periodista Ronni Abelger, la idea de las bibliotecas humanas. La iniciativa consiste en que una persona, que se ofrece voluntariamente como “libro humano”, comparta su historia personal con otra, que actuará de lector. Al compartir sus vivencias, otras personas aprenden de ellos y empatizan con su situación. De esta forma se genera un lugar seguro en el que ambos pueden dialogar, un espacio libre de prejuicios que tiene la capacidad de romper con estereotipos fuertemente arraigados, además de fomentar la tolerancia y la solidaridad.

Afortunadamente, la iniciativa no quedó en una anécdota y se extendió como la pólvora, primero en otros lugares de Copenhague, y más adelante alrededor de todo el mundo: Noruega, Rumanía, Islandia, India, Estados Unidos, Portugal… Y también España, donde se llevan a cabo en ciudades como Madrid, Barcelona o Sevilla. Lo que empezó siendo un pequeño acto a favor de la diversidad terminó germinando en un gran movimiento social, la marca “Human Library”. En su página se organizan eventos, además de exponer las historias de algunos “libros humanos” y ofrecerte la oportunidad de convertirte en uno de ellos.

A pesar de la enorme acogida que tuvieron a nivel mundial, su existencia aún pasa desapercibida para la gran mayoría de la población. El impacto que estas podrían tener a nivel social es inimaginable y, por ello, creemos que sería necesario implantarlas en más espacios y utilizarlas como un vehículo de comunicación entre personas que no terminan de comprenderse.

Un lugar en el que sería muy beneficioso contar con bibliotecas humanas serían los institutos, donde los adolescentes tienden a ser juiciosos, intolerantes e incluso llegan a cometer actos de violencia contra minorías y colectivos excluidos socialmente. La naturaleza de estos centros los hace perfectos para acoger en sus aulas iniciativas como las bibliotecas humanas, que llevan por bandera la empatía y el respeto a la diversidad. También resultaría una experiencia de lo más enriquecedora llevarlas a cabo en residencias: organizar jornadas en las que niños, adolescentes, adultos, o incluso otros ancianos pudieran reunirse con los residentes y escuchar sus historias. Esta actividad podría servir como puente entre generaciones, así como de vía de escape para las personas mayores que necesitan, más que nadie y más que nunca, de contacto humano. Por último, esta iniciativa podría desarrollarse en celebración de días concretos a favor de ciertas minorías como la comunidad LGTBIQ+ o las personas con diversidad funcional; escucharles hablar de sus vivencias personales y su experiencia vital nos permitiría acercarnos a una realidad que nos es desconocida.

Son tantas las personas que necesitan contar sus historias y tanta la gente que necesita escucharlas, que las bibliotecas humanas serían, desde luego, la solución perfecta.

Yolanda Galiana

Lectora empedernida desde que tiene uso de razón. Disfruta perdiéndose entre las hojas de cualquier buena historia que caiga en sus manos y compartiendo las reseñas de sus lecturas en su propio blog literario, donde da rienda suelta a sus opiniones.

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