- Al ser nombrado director de El Norte de Castilla, Miguel Delibes quiso incorporar a jóvenes talentos en su redacción.
- Francisco Umbral, lleno de ilusión y buenas aptitudes, llamó la atención de Delibes.
La amistad que surgió en los años 60 entre Miguel Delibes y Francisco Umbral es una de las más sonadas de la literatura española. Lo que empezó siendo un vínculo entre mentor y discípulo en el mundo periodístico terminó convirtiéndolos en amigos. Y no cualquier amistad, sino una basada en el respeto mutuo, tanto profesional como personal, que se mantuvo hasta la muerte de Umbral en 2007.
Los caminos de ambos escritores se cruzaron en el periódico vallisoletano El Norte de Castilla en 1958. Pero ¿cómo llegaron los dos a parar allí?
Miguel Delibes, el mayor de los dos, nació el 17 de octubre de 1920 en Valladolid. Tras educarse en varios centros religiosos, ingresó en la Escuela de Comercio, época en la que también se formó en dibujo y modelado en la Escuela de Artes y Oficios de Valladolid. En 1938 toda su actividad se vio paralizada cuando se enroló voluntariamente en la marina. El joven Delibes temía que lo llamaran a infantería, por lo que decidió él mismo alistarse para huir del combate cuerpo a cuerpo durante la Guerra Civil. Al volver a su tierra natal en 1939, retomó los estudios y se matriculó en Derecho.
Fue su pasión por el dibujo lo que le llevó en 1941 a presentarse en la redacción de El Norte de Castilla con sus bocetos. Al director le gustaron y Delibes pasó a formar parte del equipo como caricaturista. Pronto su papel en el periódico se extendió a pequeñas críticas cinematográficas acompañadas de ilustraciones. Poco a poco sus textos le llevaron a incorporarse a la plantilla como redactor en 1944.
Desde entonces hasta la fecha que nos ocupa, 1958, Delibes se casó y comenzó a labrarse una carrera literaria. Su primera novela, La sombra del ciprés es alargada, gracias a la cual ganó el Premio Nadal, vio la luz en 1948. En los siguientes diez años también publicó Aún es de día y El camino, título clave en la narrativa de posguerra.
Finalmente en 1958 tiene lugar el hecho que permitió el encuentro entre los dos autores: El Norte de Castilla nombra director a Delibes. Entró a dirigir el periódico con el firme objetivo de rejuvenecer la redacción y es aquí donde entra en escena el joven Francisco Umbral.
Francisco Umbral nació en Madrid el 11 de mayo de 1932. Su madre, residente en Valladolid, quiso evitar las habladurías que despertaría por ser madre soltera, y dio a luz en la capital. Francisco se crio con una nodriza en Laguna de Duero, tras lo cual fue enviado a vivir con otros familiares. Sus circunstancias le llevaron a ser escolarizado tardíamente —a los 10 años—, siendo expulsado de la escuela poco después debido a su polémica personalidad, de la que hizo gala durante el resto de su vida.
Aunque muchos fueron los obstáculos que se impusieron entre Francisco y su aprendizaje, fue un lector compulsivo y gracias a sus lecturas, entre las que no distinguía de géneros, se convirtió en autodidacta.
Su primer trabajo fue como botones en un banco; sin embargo, su verdadera carrera dio comienzo cuando empezó a escribir en la revista Cine. Poco a poco fue cogiendo experiencia y pudo hacerse un hueco en la redacción de El Norte de Castilla.
Así se encuentran Delibes y Umbral: Miguel, que iba en busca de nuevas voces que ofrecieran un soplo de aire fresco al periódico, encontró en Francisco, ilusionado como solo puede estarlo quien empieza a encontrar su lugar en el mundo, el talento que necesitaba.
A partir de ese momento, Delibes seguiría cosechando éxitos para su ya fructífera carrera literaria; Umbral, por otra parte, se casaría y tendría un hijo, la muerte prematura del cual marcaría su vida y su narrativa notoriamente. En los años posteriores, Umbral se trasladó a León, donde trabajó tanto en la radio como en diversos diarios.
Es en 1961, cuando Francisco es enviado a Madrid como corresponsal de El Norte de Castilla, que las cartas entre ambos empiezan a ser más frecuentes. En esta correspondencia, que se recuperó y recopiló en el libro La amistad de dos gigantes, quedó de manifiesto una relación que no se quedó en la de discípulo y maestro, sino que floreció y dio lugar a una consistente amistad que les acompañaría durante el resto de sus vidas.
Múltiples fueron las temáticas que trataron en sus misivas, reflejo ya no solo de la evolución de su vínculo, sino también de la época que les tocó vivir. Como era de esperar, Delibes y Umbral hablaron largo y tendido sobre literatura, tanto la propia como la ajena. En muchas ocasiones sus opiniones no coincidían, pero nunca fue esto motivo de enfrentamiento, pues su buena comunicación y su respeto mutuo les permitió abordar sus desavenencias de una manera madura y constructiva.
También hubo espacio en su correspondencia para tratar temas de carácter personal como fueron su salud —ambos llegaron a estar delicados de salud y las cartas llegaban, tal y como solía decir Delibes, “de cama a cama”—, su economía —Umbral, que sufrió de algunas estrecheces, solía hablarle a su amigo sobre su situación económica— o momentos duros de sus vidas —Miguel enviudó y Francisco perdió a su hijo de seis años—.
Así, entre carta y carta, se afianzó una relación que comenzó como compañeros de profesión, avanzó como maestro y aprendiz y terminó en una amistad que pasaría a la historia en el mundo de las letras.
La amistad de dos gigantes