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El lucrativo negocio de arrancar páginas

AutorAlfredo Álamo el 11 de diciembre de 2019 en Divulgación
  • Los libros iluminados se despiezan con crueldad.
  • Algunos coleccionistas pagan más por piezas sueltas.

Libro antiguo sobre atril.

Uno de los más terribles destinos que puede sufrir un libro iluminado es caer en manos de un vendedor sin escrúpulos. Este tipo de volúmenes no son baratos, pero lo cierto es que existe un mercado en el que se pueden vender las preciadas hojas ilustradas a un precio mucho más interesante que el unitario. ¿Los orígenes de esta mala práctica? La mala conservación de muchos ejemplares hasta el siglo XIX.

Si bien los libros eran considerados como un bien valioso por muchos, lo cierto es que miles de volúmenes bellamente ilustrados pasaron por la Edad Media y parte de la Moderna, sin pena ni gloria, arrinconados en arcones, pasto de los gusanos en cobertizos mal aislados o como elementos decorativos olvidados en la casa familiar. Como resultado, las encuadernaciones se pudrieron, las páginas perdieron cohesión y solo se conservaron aquellas páginas iluminadas que llamaban la atención.

Muchos anticuarios de finales del XVIII y principios del XIX se especializaron en vender este tipo de páginas a coleccionistas en busca de los recuerdos de un pasado glorioso. Sin embargo, con el tiempo, este tipo de páginas sueltas comenzó a escasear, algo que no detuvo a muchos de estos comerciantes, que habían encontrado un auténtico pelotazo económico: comprar los libros enteros y luego despiezarlos, como si en un desguace de coches se tratara.

Y es que, hasta hace relativamente poco, muchos dueños de este tipo de libros no conocían el verdadero valor de lo que poseían, por lo que las compras se hacían a precio ridículo, o bien el importe por un libro de ese tipo resultaba bastante más barato de lo que sacaban estos comerciantes sin escrúpulos al vender página a página de manera independiente.

No pensemos que estamos ante prácticas decimonónicas. Un caso documentado es el de la Biblia de San Albano, un libro medieval del siglo XIV, que acabó en las manos del tratante de libros Philip Duschnes en 1964. Estaba profusamente ilustrado, así que Duschnes vio el negocio enseguida; cortó y vendió más de 160 páginas durante varios años. Esta práctica era su modus operandi, ya que se tiene constancia de que hizo lo mismo con, al menos, dos libros parecidos.

Como nota curiosa, hoy en día existen redes de estudiosos que tratan de poner en común datos, cruzando referencias y detalles de estas páginas sueltas que poseen tanto museos como universidades, con la esperanza, al menos, de poder digitalizar y poner de nuevo en conjunto las páginas perdidas junto con los textos, mucho menos valiosos, que todavía se conservan.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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