- Es un concepto de finales del siglo XIX.
- Se inicia en universidades, pero se extendió con rapidez.
Todos hemos visto esas largas listas confeccionadas por sesudos críticos que van cambiando poco a poco con el tiempo, y que pretenden seleccionar los más grandes libros de la literatura universal, esos títulos que nosotros, como lectores, no podemos dejar pasar por alto si es que queremos apreciar la literatura-de-verdad-de-la-buena, y no esas cosas que, en ocasiones, devoramos para pasar el rato y divertirnos. ¡Ah, la diversión y la risa! Inventos del diablo.
Ahora en serio, a finales del siglo XIX y principios del XX, las universidades estadounidenses empezaron a apartarse de los métodos europeos de enseñanza, mucho más generalistas y centrados en los clásicos griegos y romanos, para buscar un estilo más modular y especializado.
Esto llevó, progresivamente, a la necesidad de buscar libros adecuados para cada rama del estudio, lo que derivó en una percepción del canon tradicional mucho más amplia. Los niveles de alfabetización subieron, el pueblo, en general, buscaba orientación más allá de los libros de siempre.
Otro punto para llegar aquí es la lenta, pero inexorable, decadencia de la religión como eje unificador de la sociedad occidental, algo que fue visto por las élites de la época como algo inevitable, y que debía ser sustituido por algo diferente. Y esto acabó siendo la “cultura”.
En poco tiempo, las universidades sacaron libros selectos, pero no solo fueron los centros educativos. Los periódicos también comenzaron a aportar sus propias selecciones de libros necesarios, incorporando también la perspectiva de los lectores.
Y, por supuesto, no podían faltar a la fiesta los editores. Al fin y al cabo, la industria tenía un importante interés en tener listas de libros que publicitar y vender, convirtiendo en clásicos a libros más allá de la Odisea o las Meditaciones de Marco Aurelio.
Bajo la dirección de las élites intelectuales y religiosas, se fueron incorporando cada vez más libros a esta selección heterogénea y difícil de acotar, buscando, como era lógico, obras que tuvieran una notable calidad literaria y moral de manera objetiva. Para ellos, claro.
Con el paso de los años, la pertenencia o no a este selecto grupo de obras ha ido cambiando y, hoy en día, aunque siguen apareciendo listados sobre los mejores libros de la historia de la literatura, así como colecciones editoriales dedicadas a ellos, mucha menos gente hace ascos a una buena novela de género con la que pasar el rato, dejando en la pila muchos de esos libros imprescindibles desde hace más de cien años.