- Sufría un trastorno desde la infancia.
- Tuvo que dictar gran parte de su obra.
Agatha Christie es, sin lugar a duda, una de las autoras más famosas de la historia de la literatura contemporánea. Sus novelas dedicadas al género detectivesco se han traducido a decenas de idiomas y, a lo largo de las décadas, ha llegado a vender más de 2.000 millones de libros en todo el mundo. Hercules Poirot o la señorita Marple se han convertido en auténticos iconos de la cultura popular. Pero la figura de Christie ha estado siempre rodeada de un halo de misterio.
De joven, fue una rebelde. De hecho, poca gente sabe que con solo 16 años decidió iniciar una carrera como cantante y pianista, dejando no solo su casa natal, sino su propio país: Christie viajó hasta Francia, donde no logró el éxito que buscaba. Poco tiempo después, estalló la I Guerra Mundial, donde participó como enfermera.
Dejando a un lado otros curiosos episodios de su vida, como cuando desapareció en 1926 desencadenando una de las mayores búsquedas de la historia de Inglaterra, o que también se dedicó a escribir novelas románticas bajo el nombre de Mary Westmacott, lo cierto es que la carrera literaria de Christie no fue nada fácil, y no por los típicos escollos de la época por ser mujer, sino por un problema que arrastraba desde la infancia.
Agatha Christie sufría de un problema relacionado con el lenguaje y la escritura llamado disgrafía que le hacía difícil la escritura manual. Este trastorno, que se desarrolla en la infancia y va en aumento, hace que los que lo sufren tengan muchos problemas motrices para poder hacer los trazos de la caligrafía de manera normal, bien por rigidez o por laxitud. Además, no controlan la presión de la pluma o el lápiz y el proceso se vuelve incómodo y lento.
Además, lo más probable es que también sufriera de un cierto grado de dislexia, lo que hacía más complicado todavía que pudiera escribir de manera coherente, así como aprender otros idiomas o incluso matemáticas. Hay que tener en cuenta que a principios de siglo XX no existía una política educativa que entendiera este tipo de problemas.
Sin embargo, Christie encontró la manera de superar estos problemas. Fue educada en casa y logró enseñarse a sí misma a leer cuando nadie lo esperaba. Su madre era una excelente narradora y ella decidió ser escritora con apenas 11 años. El uso de una máquina de escribir mejoró su trabajo, pero, finalmente, decidió que la mejor manera de trabajar era dictando sus novelas, y ahorrándose el farragoso proceso de escritura que tenía que sufrir.
Agatha Christie