- Fue el primer grupo en dedicarse exclusivamente a los jóvenes.
- Publicó cientos de títulos escritos por negros literarios.
Corría el cambio de siglo, del XIX al XX, y el astuto packager editorial Edward Stratemeyer se dio cuenta de que había todo un filón esperando ser explotado: la literatura dedicada en exclusiva para jóvenes, sin necesidad de contar historias moralizantes, buscando tan solo la diversión. Como packager, Stratemeyer había trabajado para importantes editoriales, y sabía perfectamente cómo maquetar, editar, publicar e ilustrar libros. Solo le faltaba poder escribirlos.
Al principio, decidió hacerlo él mismo, pero el éxito de los primeros títulos le hizo ver que necesitaba mucha más materia prima. Para eso empezó a contratar negros literarios para que escribieran las series que mejor estaban funcionando. El resultado fue espectacular, sobre todo en el caso de Nancy Drew, una de las sagas literarias juveniles más vendidas en Estados Unidos de todos los tiempos.
Todos estos libros estaban firmados con seudónimo, claro. La idea era crear series plenamente reconocibles y, además, vencer la resistencia de los libreros, que veían en este tipo de libros de agencia poco más que basura, apenas digna de ser mostrada en sus escaparates. Stratemeyer lo logró, y pronto sus novelas aparecieron por todo el país, y hasta llegaron a ser traducidas a numerosos idiomas.
Tras su muerte, la agencia cayó en manos de su hija, pero varios autores contratados reclamaron derechos sobre los libros publicados. Hay que tener en cuenta que la Agencia Stratemeyer había trabajado desde el principio manteniendo el mayor secretismo posible, no querían que nadie supiera que esos escritores tan famosos eran, en realidad, un buen montón de autores que escribían de manera industrial. Finalmente, las cabeceras acabaron en manos de Simon & Schuster, una de las grandes editoriales norteamericanas.
Una de las cosas más interesantes sobre la Agencia Stratemeyer es ver hoy en día su libro de estilo básico. En él se indicaba que todos los libros publicados serían parte de una serie, y siempre firmados con seudónimo, para ofrecer continuidad. El estilo de la publicación tenía que ser lo más parecido a la literatura para adultos de calidad, y todos tendrían un mismo tamaño. También apostaba por una técnica cliffhanger: todos los capítulos tenían que terminar con un misterio que hiciera al lector querer pasar la página.
Podemos atribuir a Stratemeyer algo que vemos en las series de televisión de hoy en día: al principio de cada libro había un resumen de todo lo que había acontecido en los anteriores. En cuanto a los personajes, no podían ni envejecer ni casarse. De hecho, probaron a desarrollarlos de esta manera y tuvieron un gran bajón de ventas.
Seguro que revisando esas reglas y comparándolas con muchos libros posteriores de literatura juvenil, o incluso adulta, podemos ver muchas semejanzas. Sin duda, la Agencia Stratemeyer logró más que un gran éxito en su día: llegó a moldear la narrativa tal y como la conocemos hoy día.