- Es un término que engloba a unos libros determinados.
- Son de un gran valor, tanto por su historia como por su rareza.
Muchos hemos escuchado la expresión de que un libro era un incunable, y la verdad es que no todo el mundo la usa de manera correcta. Hoy día se utiliza, por ejemplo, para remarcar que un libro es antiguo y valioso, lo que no es del todo equivocado, pero en realidad se refiere a un tipo muy concreto de volúmenes, a aquellos impresos en el siglo XV. Ni antes ni después.
¿A qué se refiere el término incunable? Bien, se refiere a que es la época en que el arte de la impresión se encontraba en sus inicios, en la cuna. Gutenberg comenzó a imprimir a mediados del siglo XV, y durante casi cincuenta años fueron varios los editores que adoptaron la técnica de los tipos móviles.
Así pues, los incunables son los libros impresos tras el invento de Gutenberg y el día de Pascua de 1501, pues entonces el año empezaba en esas fechas. Se calcula que se hicieron unos 35.000 ejemplares gracias al trabajo de 1.200 imprentas. Una red europea de impresores que llegó a extenderse por más de 250 ciudades.
Existen varios tipos de incunables, como los xilográficos, previos a los tipos móviles metálicos y que se imprimían usando planchas de madera fija. Estos se abandonaron debido a la mayor versatilidad de los tipos móviles frente a la rigidez de la madera. Los primeros impresos, de 1460 al 80, son muy escasos y valorados.
Hay que tener en cuenta que han sido muchos los libros posteriores a 1501, cuando ya la imprenta se generaliza por toda Europa, que han sido datados de manera errónea y considerados como incunables, hasta que un examen más detallado ha descubierto la verdad.
De hecho, hay varias características que son propias de la época y que pueden, a simple vista, demostrar si un libro es un incunable. Por ejemplo, un incunable carece de letras iniciales impresas, ya que se dejaba un hueco en blanco para que un ilustrador las dibujara. Esto cambia una vez mejora la composición de las páginas y la creación de tipos especiales, más grandes y decorados.
Otros detalles serían la falta de numeración de las páginas, que el texto se imprimía de manera corrida, sin apenas división, ni capítulos. Apenas se podía apreciar el cambio de una parte a otra, con párrafos separados por signos. También los tipos eran más toscos que los que aparecieron más adelante, generando letras más burdas.
No es de extrañar todo este tipo de características, ya que, como hemos dicho, estamos hablando de la infancia de las imprentas, la cuna que mencionábamos, con los editores innovando y cambiando con cada libro nuevo que publicaban.