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Las memorias de lord Byron ardieron tras su muerte

AutorAlfredo Álamo el 13 de agosto de 2018 en Divulgación
  • Este acto fue considerado “el mayor crimen contra la literatura”.
  • Hubo una gran discusión entre sus amigos y familiares.

Retrato de Lord Byron.

Lord Byron no solo fue una de las más grandes figuras de la literatura del siglo XIX, sino que su vida y obras traspasaron los límites morales de su época. Libertino como pocos, aventurero, pendenciero, idealista y genio. No vivió mucho, pero aprovechó cada día como si fuera el último, rebelándose contra el orden establecido a la mínima oportunidad. Convencido de su propia grandeza, dejó por escrito sus andanzas… que tras su muerte acabaron, por desgracia, pasto de las llamas.

El paso de Byron por la alta sociedad inglesa fue como un cañonazo. Levantó a partes iguales pasión y odio, dejando tras de sí numerosas habladurías sobre sus conquistas, sus peleas y su inimitable estilo. No es de extrañar, pues, que el día que decidió escribir sus memorias se levantara mucha curiosidad alrededor de lo que iba a contar… y sobre quién.

Comenzó sus memorias en 1818 y las actualizó por última vez en 1821. Decidió enviarlas a su amigo, el poeta Thomas Moore, al que le dijo que las memorias no debían ver la luz hasta su muerte, y que luego la decisión de qué hacer con ellas era totalmente suya.

No es que fuera un documento secreto. Se cuenta que los legajos que Byron le enviaba a Moore pasaban por manos de muchos lectores, casi todos de la alta sociedad, muy interesados en ver qué contaba Byron. Para algunos, su contenido sexual era inadmisible, mientras que, para otros, resultaba de lo más interesante.

En julio de 1821 las memorias ya superaban las 120.000 palabras. Moore decidió vender el manuscrito al editor John Murray por la gigantesca suma, para la época, de 2100 libras. La única condición que planteó Byron a la operación fue la posibilidad de recomprar el manuscrito antes de que fuera publicado, algo que no pudo hacer ya que apenas unos años más tarde moriría en Grecia.

A partir de ese terrible momento, las memorias de Byron entraron en una dolosa disputa. Por un lado, Moore quería publicarlas, pasando por una discreta censura para evitar problemas; en el otro extremo, John Hobhouse, otro de los amigos de Byron, pensaba que el libro dañaría para siempre la reputación de Byron, por lo que había que destruirlo.

La última palabra recayó en John Murray, el editor. Para sorpresa de muchos, Murray estuvo de acuerdo con Hobhouse. Al parecer, temía que la publicación lastrara el nombre de Byron hasta tal extremo que el resto de su obra literaria quedaría marcada para siempre.

La discusión fue terrible. Se reunieron todas las partes en casa de Hobhouse y se expusieron varios argumentos, tanto a favor como en contra. La cosa llegó a tal nivel de tensión que Moore llegó a retar a duelo a Murray, algo que finalmente no se llevó a cabo.

Finalmente, se decidió hacer desaparecer el manuscrito. En esa misma casa fue lanzado a las llamas, haciendo desaparecer no solo un listado de irreverentes engaños y adulterios, sino también las reflexiones más íntimas sobre la vida de uno de los grandes autores del siglo XIX y máximo exponente del romanticismo.

Con el tiempo han aparecido falsificaciones o partes escritas “de memoria” por parte de alguno de los lectores del primer manuscrito. También se rumorea que había más de una copia y que, con el tiempo, acabará por ver la luz de nuevo uno de esos ejemplares perdidos, en manos, probablemente, de alguna de las familias más poderosas, y antiguas, de Inglaterra.

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(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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