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La misteriosa vida de Johannes Gutenberg

AutorAlfredo Álamo el 30 de julio de 2018 en Divulgación
  • Pese a transformar el mundo, su historia no es muy conocida.
  • Tuvo grandes problemas económicos y otros explotaron su invención.

Imprenta de Gutenberg.

Hoy en día todos conocemos a Johannes Gutenberg, el inventor de la imprenta de tipos móviles para el mundo occidental, la cual revolucionó no solo la manera de crear y difundir textos, sino que esta invención afectó a cómo el conocimiento aumentó su capacidad para cambiar la sociedad en un breve periodo de tiempo. Hay un antes y un después a partir de la invención de la imprenta, pero ¿y Gutenberg? ¿Cómo era este personaje que lo cambió todo?

Se conoce poco de sus orígenes, pero todo parece apuntar a que nació en el seno de una familia acomodada de Maguncia. Su padre era artesano y mercader, encargado de trabajar con las monedas acuñadas y el control de las divisas que pasaban por el territorio. Gutenberg, cuyo nombre de familia original era Gänsfelisch (Carnedeganso), se cambió el apellido en su juventud por el del nombre de la casa paterna, una costumbre de la época. Yo también lo habría hecho, la verdad.

Así que la maestría en la forja y el trabajo detallado le vino de familia. Estudió, también es una suposición, en la Universidad de Erfurt y a partir de 1434 se le pierde el rastro durante casi quince años, aunque de nuevo se habla de su paso por la milicia de Estrasburgo y de algún trabajo esporádico como joyero.

Es interesante hacer notar que se vio implicado en una aventura económica que salió rematadamente mal: su idea era la de construir espejos de metal pulido capaces de capturar la luz de reliquias religiosas para venderlos a peregrinos de camino a Aquisgrán, aprovechando una gigantesca exhibición de objetos pertenecientes a Carlomagno. Una inundación retrasó este evento religioso durante años, por lo que todo el dinero invertido en los espejos se esfumó.

A partir de ahí, Gutenberg tuvo que lanzarse a su aventura más ambiciosa: la imprenta de tipos móviles. No era una idea suya, los chinos llevaban imprimiendo tipos de madera durante siglos, pero lo que para China era un arte menor comparado con la caligrafía, en Europa podía significar algo completamente diferente.

Gutenberg aprovechó su experiencia como joyero para forjar los tipos móviles de metal, pieza clave de la imprenta. Pero para eso necesitó un montón de dinero como inversión principal, algo que consiguió gracias al prestamista Johann Fust. Gracias a su inyección de capital, el artesano de Maguncia logró imprimir su obra más conocida, la hoy conocida como Biblia de Gutenberg.

En su época, sin embargo, no fue conocida como tal. De hecho, Fust denunció a Gutenberg por haberse gastado gran parte del dinero prestado para la creación de la imprenta en otros asuntos. Esto llegó ante la justicia y el taller de Gutenberg pasó a manos de Fust y sus asociados, los cuales continuaron imprimiendo tanto biblias como otros libros iguales o más lucrativos, como manuales de gramática latina y otros textos eclesiásticos, ya que la Iglesia Católica era su principal cliente.

Gutenberg cayó en desgracia. Tuvo que trabajar para otros artesanos a los que enseñó las técnicas de imprenta que había perfeccionado durante años. Así pasó varios años hasta que una revuelta en Maguncia hizo que se exiliara en la ciudad de Eltville, donde también colaboró en la creación de una pequeña imprenta.

Acosado por deudas y sin reconocimiento alguno, la suerte sonrió a Gutenberg en sus últimos años, ya que su labor fue ensalzada por el arzobispo de Maguncia, Adolf von Nassau, y se le concedió el título de Hofmann, o caballero de la corte. Esto iba unido a una asignación anual, ropas adecuadas y una gran cantidad de grano y vino libre de impuestos.

Tres años más tarde, Gutenberg murió y sus restos fueron enterrados en una iglesia franciscana de su ciudad natal, a la que siempre había realizado donaciones. Pero con el tiempo, y las guerras, tanto la iglesia como el cementerio fueron destruidos, por lo que nadie sabe dónde descansa el cuerpo del hombre que revolucionó para siempre la cultura occidental.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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