- ¿Es el soneto la nueva rebeldía poética?
- Formato clásico con lenguaje actual.
Jesús Fernández Úbeda presenta Aterrizaje forzoso, un poemario que, paradójicamente, por su formalidad clásica destaca en un presente poético heterogéneo y que parece haber superado las formas medidas para centrarse casi por completo en el ritmo y la figuración. Para esto, Fernández apuesta por el soneto, sí, recogiendo el guante lanzado en su día en el Siglo de Oro, pero tratando de huir de un lenguaje impostado o arcaico, dejando su lugar a un habla actual y urbana.
Podríamos entrar en el debate de si las formas clásicas han sido desechadas por simple evolución cultural o si se debe a una realidad social en la que el poeta se siente poco dado a pasar el rato buscando la medida exacta de los versos y la rima correcta. Como siempre, podemos encontrar verso libre de una puridad sobrecogedora y sonetos que apenas son unos tristes ripios… y viceversa.
En el caso de Fernández, nos encontramos con un poemario dividido en varias partes, aunque todas ellas marcadas por los recuerdos y el yo del autor, en las que el lenguaje oscila entre descarnado y sencillo, sobre todo al hablar de política o experiencias más urbanas, a uno más lírico cuando nos acerca al territorio del amor y las relaciones.
Se nota, y mucho, el amor que tiene Fernández por la música, en concreto por las obras de David Bowie, Nick Cave, Bob Dylan y Leonard Cohen, a los que también dedica poemas, así como, por ejemplo, a Joaquín Sabina, de quien es deudor inevitable al trabajar poemas de corte urbano con Madrid de fondo.
Fernández ataca este poemario desde su experiencia, la de un joven que descubre los primeros pasos hacia la madurez, un paso vital que le hace examinarse a sí mismo y al camino recorrido hasta el momento: la ciudad donde vive, las mujeres a las que amó, la evolución de la ideología y la necesidad de encontrar un punto fijo en su vida, al que quizá se siente abocado de manera brusca, a través del aterrizaje forzoso que da título al poemario.
Así pues, es interesante para ser la primera obra del autor, no solo ya por el trabajo dedicado a la elaboración, impecable, de los sonetos, sino también por su perspectiva actual, alejada de versos que solo buscan epatar, rendir o confortar al lector. Como puntos negativos, a sus versos les falta algo de fluidez -inevitable al adoptar formas tan clásicas- y su simbolismo es deudor de una cierta mímesis. Detalles que el tiempo, sin duda, le ayudará a corregir.