- Historias y cartas traducidas a partir de jeroglíficos.
- Muestran una tradición literaria más rica de lo que se pensaba.
La cultura del Antiguo Egipto es una de las más fascinantes de la historia. A sus grandes construcciones, como son pirámides, templos y obeliscos, se une la fascinación que sentimos por sus ritos funerarios. Las momias se convirtieron, desde su descubrimiento, en un símbolo de la lucha del ser humano por trascender más allá de la muerte. Su escritura jeroglífica también es fascinante, aunque para el gran público haya sido siempre más atractiva por su vertiente estética que por su contenido. Ahora, un libro con relatos literarios del Antiguo Egipto puede que ayude a dar una visión diferente.
Y es que la fascinación por los ritos funerarios y su visión religiosa ha sido siempre una prioridad. La obra más conocida de su cultura, y que podemos encontrar en casi cualquier librería, es El libro de los muertos. Esta guía sobre el inframundo egipcio se ha convertido con el tiempo en un clásico como base para numerosos libros de esoterismo, haciendo creer a mucha gente que la mayoría de jeroglíficos sólo hablaban sobre tumbas, dioses, emperadores y maldiciones.
Pero no es así. Existen textos de todo tipo encontrados a lo largo de los últimos siglos y, a medida que se ha ido perfeccionando nuestro entendimiento del idioma, se ha encontrado que hay evidencias de una tradición literaria. Pensar que sólo griegos y romanos ponían por escrito sus cuentos es un pensamiento viciado por la facilidad con la que hemos podido traducir y transmitir sus textos.
El egiptólogo de Cambridge Toby Wilkinson afirma que los egipcios escribían de manera habitual, al mismo nivel que los romanos, incluso obras de ficción. Tras esas imágenes del Egipto mítico existió una civilización con los mismos problemas mundanos que cualquier otra, así como con una necesidad natural de contar historias.
Hace poco, Penguin Classic ha publicado un libro muy interesante -por ahora sólo en inglés, pero suponemos que será traducido-, titulado Escritos del Antiguo Egipto, donde encontramos las primeras traducciones de textos jeroglíficos, alejadas de la grandilocuencia de las dinastías faraónicas. Ahí podemos encontrar, por ejemplo, cartas escritas por un granjero llamado Heqanakht en el 1930 antes de Cristo, o una narración: El cuento del marinero que naufragó, traducido de la Estela de la Tempestad.
Una gran oportunidad para mirar un poco más allá y desmitificar una cultura que hoy en día se nos vende como misteriosa y oculta, cuando en realidad su vida cotidiana no difería demasiado del resto de civilizaciones de su época.
Vía: Smithsonian Magazine