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Grandes bibliotecas de la historia: La Biblioteca Imperial de Constantinopla

AutorAlfredo Álamo el 23 de enero de 2017 en Divulgación
  • Fue fundada por Constantino el Grande.
  • Llegó a ser la más grande de su época.

Pinturas del interior de Santa Sofía.

El nacimiento de la Biblioteca Imperial de Constantinopla se dio en un momento de cambio. La mayor parte de los textos clásicos que se guardaban en la ciudad estaban escritos en papiro, un material difícil de preservar. En el siglo IV, Constantino el Grande decidió que esos clásicos tenían que ser copiados en pergaminos, mucho más resistentes. Lo que se inició para preservar textos clásicos y sagrados se convirtió en el germen de una de las más grandes bibliotecas de la historia.

Pero el gran artífice de la biblioteca fue Constantino II, que decidió seguir con el trabajo de su padre. Para eso, designó a un académico pagano, Themistios, que seleccionó un equipo de trabajo compuesto de copistas y bibliotecarios. Tras él llegarían otros grandes nombres, como Agathon o Julián el Apóstata. A lo largo de varias décadas, la biblioteca creció, tanto en número de textos clásicos como de libros cristianos. Años después, el Emperador Valente contrató numerosos escribas para copiar y reparar los libros más deteriorados. Muchos de los grandes textos clásicos conocidos hoy en día son copias de los que se preservaron en Constantinopla.

Durante el momento de su máximo esplendor, a finales del siglo V, la biblioteca llegó a poseer más de 120.000 volúmenes, lo que la convirtió en la más grande de su época. El año 477 sufrió un incendio que destruyó prácticamente todo el edificio, aunque muchos de los libros lograron salvarse. Se reconstruyó el edificio, pero volvió a quemarse en el 726. Es probable que gran parte de la colección se repartiera entre monasterios y colecciones privadas a partir de este momento.

Casi quinientos años más tarde, en 1204, volvió a ser destruida y arrasada durante el saqueo de francos y venecianos en la Cuarta Cruzada. Es probable que gran parte de los libros se perdieran durante este periodo. Finalmente, desapareció en 1453 tras la caída de Constantinopla en manos turcas. Poco se sabe del destino de los libros tras la anexión otomana, ya que muy pocos ejemplares conocidos han sido vueltos a ver.

Durante casi mil años, la Biblioteca Imperial de Constantinopla fue el gran guardián del conocimiento clásico, heredera del Imperio Romano y garante de la historia helenística. Miles de académicos viajaron para consultar y copiar sus volúmenes. Su desaparición supuso una de las más grandes pérdidas para la cultura europea de toda la historia.

Alfredo Álamo

(Valencia, 1975) escribe bordeando territorios fronterizos, entre sombras y engranajes, siempre en terreno de sueños que a veces se convierten en pesadillas. Actualmente es el Coordinador de la red social Lecturalia al mismo tiempo que sigue su carrera literaria.

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